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CALIGARI

La muerte no existe y el amor tampoco (2019), de Fernando Salem

“Temporada de escarcha”

Por Agustina Osorio

Cuando han terminado los problemas del muerto, al pariente aún le queda una larga temporada de duelo. 

Elisabeth Kübler-Ross

Emilia (Antonella Saldicco) vuelve a su pueblo natal en el desierto patagónico, para esparcir las cenizas de una amiga (casi hermana) que ha fallecido hace algunos años. Allí se reencontrará con su propia familia, la de su amiga Andrea (Justina Bustos), y con su primer amor Julián (Agustín Sullivan); quienes quedaron, de alguna manera, congelados en el frío sureño, al irse a Buenos Aires. 

El pueblo de 28 de Noviembre en Santa Cruz es el escenario en el que transcurre la mayor parte de La muerte no existe y el amor tampoco, de Fernando Salem, basada en Agosto de Romina Paula (De nuevo, otra vez). Emilia camina por las calles congeladas. No es nieve blanda, sino escarcha, sobre la que no queda huella al caminar. 

Ella volvió pero como un fantasma. La familia de su amiga sobrevivió a la pérdida, pero solo eso. No hay vida en esa casa y, si hay un destello de ella, es solo para disipar un poco tanta desolación; ya sea con gritos, llantos desconsolados o canciones nostálgicas. Emilia acompaña las escenas sin mayor intervención; de manera parecida a su amiga quien también sobrevuela pasando desapercibida para la mayoría. 

Antes de partir, cuando le transmite a su novio que viajará al sur para esparcir las cenizas de Andrea, Manuel le pregunta a Emilia dónde lo harán, a lo que ella responde “qué importa… está muerta”. De esta forma, decreta que la muerte no importa. Es un estado que no existe. No hay un estado de mortandad y, por lo tanto, no hay mucho que hacer al respecto. Tampoco hay mucho que sentir…

La muerte no existe porque nadie sabe bien cómo lidiar con ella. El padre de Emilia (Fabián Arenillas) se alejó de sus amigxs porque le pesa no saber qué decirles ante la muerte de una hija. La actitud omisora se ha repetido, al parecer, cuando formó una nueva familia, alejándose de Emilia con quien mantiene una relación distante. 

La muerte es más que un final. La camarera del bar, hablando sobre cómo conoció a su actual pareja, habilita haberlo conocido en la infidelidad ya que la relación anterior “estaba muerta”. No existía. 

Sin embargo, la chica muerta, Andrea, se hace presente para Emilia al llegar al sur, desafiando aquella idea de ausencia. Esa ausencia la persigue y acompaña, mientras recorre esta suerte de presente, escarchado en el pasado. 

Al recorrer el pueblo, reencontrarse con su gente y, acompañada por su amiga, empiezan las preguntas acerca del amor y la felicidad. En la cena con su padre y su nueva familia Emilia decreta que “el enamoramiento se pasa”. En ninguna escena, las personas comparten un “te amo”. Hay varios “te quiero” o “yo lo adoro” y muchas dudas sobre si hay enamoramiento o no; pero nadie se lo dice mutuamente. “Eso se pasa”, repite Emilia; afirmando que algo que estuvo ya no está más. Una existencia que se define por su ausencia. 

Quizás ese amor sobrevuele y la acompañe tal como lo hace Andrea… pero no es tangible. Hay amor pero nadie sabe bien qué hacer con él. 

La pregunta por la felicidad se hace en varias oportunidades y la respuesta en afirmativo se da sin dudar, pero no termina de complacer. 

La muerte no existe… no es otra película sobre el regreso al pueblo natal; sino una oportunidad para preguntarse acerca de los grandes misterios que llenan bibliotecas, tragedias, mitos y leyendas: la muerte, el amor, la felicidad. Lo hace de manera explícita pero no obvia, contando una historia de desamor y desencuentros que, sin embargo, promete un posible deshielo. 

A pesar de ser desgarradora, nos deja con una sensación de esperanza. Aquellas emociones escarchadas, se van templando junto con la posibilidad de permitir paso al dolor… que existe y ya no se puede negar⚫

Titulo: La muerte no existe y el amor tampoco

Año: 2019

País: Argentina

Director: Fernando Salem