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CALIGARI

Entrevista a Mara Polgovsky, directora de Malintzin 17

Entrevista a Mara Polgovsky, directora de Malintzin 17

Por Mauro Lukasievicz

 

¿En qué momento y porqué decidiste convertir estas filmaciones de Eugenio en un largometraje? 

La decisión fue casi inmediata después de la muerte de Eugenio en agosto de 2017, si bien en aquel momento yo sabía de la existencia de los materiales filmados pero no los había visto. Eugenio hizo la filmación a lo largo de 10 días en septiembre de 2016 y me habló de la experiencia de haber filmado a un pájaro situado justo afuera de su ventana, pero más allá de eso los materiales estaban intactos y no había notas de guión o edición. De alguna manera, hacer esta película significaba descifrar esa incógnita, descubrir la historia que él hubiera querido contarnos. Pero también suponía hacer mi propia lucha por mantenerlo en vida, si no física, sí espiritualmente, a través de su creación, sensibilidad y de las enseñanzas que me transmitió a lo largo de muchísimos años trabajando juntos: desde Trópico de cáncer (2004) su primer largometraje hasta Resurrección (2016), el último que terminó en vida, siempre sentada a su lado durante el proceso de edición. Eugenio era un cineasta humanista e increíblemente respetuoso con los seres filmados; hacer esta película era también retribuirle un poco de lo que nos dio a tantos, como artista, como hermano y como padre. Y si bien el proceso mismo de editar Malintzin 17 estuvo lleno de retos, los materiales cargaban ya una belleza tanto visual como narrativa que me motivaron a continuar hasta lograr la película que buscábamos. 

¿Cómo fue el proceso desde lo personal al momento de tener que ordenar, editar y perfeccionar todo este material? 

Una de las primeras y quizás más complicadas decisiones que tomé al comienzo del montaje fue que Eugenio sería uno de los personajes de la película, algo que marcaba ya un giro en relación a sus trabajos previos. Esto supuso pasar muchísimas horas escuchando y editando su voz durante los casi 3 años que me tomó terminarla. Fue extraño experimentar cotidianamente la sensación de que esta voz no tenía más un cuerpo. Fue difícil también no poder hacer ciertas preguntas a Eugenio y enfrentar sola procesos en los que él no sólo tenía enorme experiencia y talento, sino que hubiéramos disfrutado enormemente hacer juntos, como la corrección de color o el diseño sonoro. Pero de alguna forma nunca estuve sola; su presencia apareció de mil maneras. Y en la búsqueda de respuestas encontré también a seres maravillosos con los que pude entablar nuevas formas de complicidad. Entre ellos están el cineasta Pedro González-Rubio, verdadero compañero de ruta, con quien hicimos muy buena dupla en la edición, Javier Umpierrez y Carlos Cortez, que entendieron las texturas sonoras que yo quería dar a la película (donde los sonidos urbanos se entremezclan muy sutilmente con voces cercanas y espacios íntimos) y después una familia real y extendida con la que platiqué, repasé, fracasé, volví a empezar.

¿Y desde el punto de vista artístico? 

En este tipo de proyectos hay poca diferencia entre lo personal y lo artístico, pero si nos proponemos pensarlos por separado realmente creo que este ultimo aspecto fue más fácil de navegar. Para mí era importante hacer una película digna, en relación a todo lo que Eugenio había construido visual, política y narrativamente en sus trabajos anteriores. Pero después de tantos años de trabajar juntos y, aún más, después de haber tenido el espacio para reflexionar sobre su estética en el libro Eugenio Polgovsky: Poética de lo real, que publiqué en 2020, los valores artísticos de Eugenio se fueron convirtiendo en una segunda piel, donde yo me sentí a la vez cobijada y libre para tomar ciertas decisiones. Si mi primer impulso fue hacer Malintzin 17 como una mano invisible que simplemente concluiría la labor de mi hermano, el acto mismo de hacer la película me permitió exacerbar aquellos territorios poéticos de su trabajo donde yo veía reflejada mi sensibilidad

Resulta muy positivo que Malintzin 17 muestra una coherencia con el resto de la obra de Eugenio ¿lo pensaste de esta forma? 

Sin duda, de hecho, tanto durante el proceso de edición como durante el diseño sonoro muchas veces regresé a escenas de Trópico de cáncer y Los herederos, que a su vez compartí con quienes estaban  trabajando conmigo. Para mí Malintzin 17, a pesar de su sencillez y de la escases de recursos con la que fue filmada, es una película de madurez – pienso en el pintor Joan Miró, quien con el pasar de los años fue proponiendo cada vez imágenes al parecer más sencillas pero que en realidad son producto de la capacidad de llevar la atención hacia lo esencial. Esta película conjuga todos los temas que Eugenio abordó a lo largo de su trayectoria como cineasta: la relación entre el ser humano y la naturaleza, ya presente en Trópico de cáncer (2004), la mirada compleja y extraordinaria de los niños, tema de Los herederos (2008), los ritmos, personajes y sonidos de la Ciudad de México, relejados en Mitote (2012), y la vulnerabilidad del medio ambiente frente la pulsión destructiva de la modernidad, alegorizada en Resurrección. Y Eugenio abordó estas realidades con una estética también presente en Malintzin 17: una postura casi reverencial hacia los seres filmados, capturados con una cámara en mano, dinámica y cercana, pero no inmovilizante; el rechazo a las verdades totalizadoras y las voces en off que reducen el mundo a una sola mirada; la edición como una ejercicio de construcción de metáforas a partir de diálogos no sólo narrativos, sino también formales entre las imágenes; la atención a detalles muchas veces cotidianos de lo real para construir alegorías políticas; el esfuerzo por hacer visible la dignidad, la fuerza y muchas veces también las alegrías de seres humanos y más que humanos que luchan por sobrevivir, muchas veces en situaciones de pobreza, explotación y deterioro ambiental.   

Pocas veces la relación entre la naturaleza y las comunidades queda tan bien plasmada y con tanta facilidad ¿a qué crees que se debe esto?

Quizás porque esta relación es ya constitutiva de nuestros espacios cotidianos, que sin embargo hemos dejado de mirar con suficiente calma o atención. Por ejemplo, con frecuencia hablamos de los glaciares para referirnos a la crisis ambiental, cuando en las ciudades donde vivimos los pájaros anidan en cables eléctricos porque hay cada día menos árboles, más ruido, menos oxígeno y más “pájaros robots”, como dice Milena en la película.  

Si bien finalmente el festival se terminó realizando de forma online, Malintzin 17 tuvo su estreno en el prestigioso festival de Rotterdam ¿qué sensaciones te quedaron y qué recepción tuvo la película?

No podría estar más contenta con la recepción de la película. La directora y los programadores de Rotterdam realmente la entendieron, acogieron y permitieron que tuviera enorme visibilidad. El festival logró mantener la calidez que lo caracteriza, y sin duda es un honor formar parte de una competencia internacional con títulos arriesgados y estéticamente impecables, como EAMI de Paz Encina. En medio de la transformación casi imparable del cine en un medio de consumo y desecho casi inmediato da alegría ser parte de espacios de resistencia como lo es este festival. La película ha sido también acogida en Cinema du Réel, el Festival de Cine de Thessaloniki, FICUNAM, Visións du Réel y pronto podremos compartir más noticias auspiciosas sobre su presencia en Sudamérica.

Titulo: Malintzin 17

Año: 2022

País: México

Director: Mara Polgovsky

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