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CALIGARI

Adolfo (2023), de Sofía Auza

“Destruir para trasplantar y renacer para soltar”

Por Lucas Greco

 

Un galpón de luz es el templo de Momo

Pura flor chillona y pura embriaguez

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

 

Una de las principales características de un cactus es la capacidad de almacenar agua. De contener una gran cantidad de líquido, que luego le permitirá sobrevivir en los ambientes más hostiles. Así, aquello acumulado puede transmitirse a lo largo de toda la planta, en todas sus extremidades. Bajo esta premisa se podría definir el film Alfonso de Sofía Auza, en donde dos personas, que se conocen una noche de forma casual, mostrarán la capacidad para poder almacenar sentimientos, recuerdos y vivencias que los formaron y los caracterizaron hasta esa noche, para luego reconvertirse en resiliencia.

Hugo y Momo, en sus desventuras y su conexión por momentos traumática para con la realidad, representan dos caras de una misma moneda que para terminar de fundirse, necesita que se establezca una relación simbiótica entre sus componentes. Así, a través de diálogos, posturas y gestos, esa dinámica se va construyendo hasta finalmente consumirse en un abrazo que representa mucho más que un instante. Significa una empatía y una comprensión de dos almas que saben la importancia de poder sentirse comprendidos. Dos jóvenes que sienten que para poder construir una vida futura, necesitan primero poder desprenderse de sus demonios, o por lo menos aprender a convivir con ellos. Y toda batalla siempre es mejor librarla acompañado.

Pero Hugo no está solo en su camino y en su búsqueda. Lo acompaña Adolfo, un cactus que su padre le dejó al morir. Ahora él se dirige a su funeral y lleva consigo el último pedido del difunto: que le encuentre un buen lugar a su planta. A partir de allí, las sensaciones del joven identificarán al cactus con esa carga propia de quien quiere, y a la vez no, desprenderse de los tormentos y la melancolía de una relación inexistente y problemática. Aún fantasmagóricamente, la relación entre Hugo y su padre se vuelve antagónica pero también muestran la templanza y el carácter de alguien que también en las dificultades, puede sacar a la luz su costado más humano. Y parte de esta evolución la vuelve posible Momo, que conoce en una parada de autobús, y que en una noche puede mostrarle la importancia y la necesidad de ser descontracturado y libre, de salirse del molde para realmente poder sonreír y también llorar. Momo representa ese costado libre y fluido, pero que no está exenta de convivir con sus propios demonios y experiencias que la atormentan al mismo tiempo que la definen. Una generación que parecería determinarse por una búsqueda en la dificultad de poder delimitarse acorde a parámetros establecidos y que debe ser capaz de poder lidiar con sus emociones, sin dejar de lado aquello que los hace únicos.

En el camino que ambos recorren evolucionarán, hacia un futuro que se pretende auspicioso a través del crecimiento y la superación, recordarán, contarán su vida y sobre todo se descubrirán a ellos mismos para finalmente crecer y extender sus raíces en las oscuras tierras que,  sin embargo, también recibe la luz del sol.

En este film de la mexicana Sofía Auza, que ya había dirigido y escrito el cortometraje Octubre otra vez en 2017, las almas en pena divagan por una noche a través de una ciudad que tiene sus recovecos y un camino sinuoso que concluye con la redención fundida en una abrazo empático y honesto. Destruir para trasplantar y renacer para soltar.

Titulo: Adolfo

Año: 2023

País: México

Director: Sofía Auza