“Un poema visual en movimiento

Por Laura Santos

El nuevo largometraje de Fabrice Aragno, Le lac, se presenta como una obra difícil de encasillar. Más que una historia, lo que propone es una experiencia sensorial que coloca al espectador frente al lago Lemán y lo invita a contemplar sus infinitas variaciones de luz, color y sonido. El film apenas recurre a las herramientas clásicas de la narración, pues prefiere sumergirse en la pureza de las formas y en la intensidad de lo efímero. En el centro de la propuesta encontramos a una pareja de navegantes, interpretada por Clotilde Courau y Bernard Stamm, que participa en una regata. Sin embargo, el hecho de que compitan es lo menos relevante: la carrera no es más que un hilo tenue sobre el que se despliega una meditación visual. Lo importante no es quién gane o pierda, sino cómo el paisaje se impone y absorbe cualquier intento de relato. Los personajes se convierten en fragmentos de la naturaleza, cuerpos que prolongan la energía del viento y del agua.

Aragno, conocido por haber colaborado estrechamente con Jean-Luc Godard, recoge algunos gestos del maestro pero evita imitarlos. Si con Godard exploró los límites del lenguaje cinematográfico, en Le lac decide prescindir de casi toda palabra. Hay breves destellos de poesía, unos versos que aparecen de forma intermitente, pero la esencia de la película reside en su silencio. No se trata de un silencio cómodo: a veces es total, otras está atravesado por ruidos bruscos del viento o por el crujir de la embarcación. El resultado es un espacio sonoro que obliga a escuchar de otra manera, como si el oído debiera reaprender. La cámara se concentra en lo elemental: nubes que cambian de forma, cielos que oscilan entre el azul gélido y el naranja eléctrico, reflejos nocturnos que vuelven abstracta la superficie del agua. Cada plano funciona como un cuadro en movimiento, con ecos de Turner, Monet o Wyeth. A ratos, los protagonistas aparecen tumbados en la hierba, envueltos en la calma de la naturaleza, en escenas que evocan un tiempo fuera del tiempo. Pero lo que predomina es la vibración visual de la superficie del lago y la fuerza con la que el cine puede capturarla.

Hay momentos en los que la película abandona la regata para observar la vida en torno al lago: un padre y su hijo caminando por la orilla, grupos de amigos reunidos frente a una hoguera, parejas que conversan frente al agua. Estas viñetas, aparentemente marginales, amplían la dimensión del relato y convierten al lago en un escenario común donde se cruzan generaciones, afectos y memorias. Frente a estas imágenes íntimas, los planos nocturnos de edificios iluminados recuerdan la presión constante de la ciudad y del progreso, un contraste que refuerza la fragilidad de ese espacio natural. Uno de los aspectos más llamativos de Le lac es la forma en que utiliza las manos de los protagonistas. Ajustar una vela, limpiar el casco de algas o simplemente acariciarse se convierten en gestos cargados de sentido. El trabajo físico y el afecto íntimo se confunden, como si la navegación y el amor compartieran la misma raíz. Aragno convierte lo manual en una metáfora de lo esencial: en el contacto directo con la materia se revela la verdad del vínculo humano.

Titulo: Le Lac

Año: 2025

País: Suiza

Director: Fabrice Aragno