Por Mauro Lukasievicz
Trabajaste como editor en una gran cantidad de largometrajes y para directores muy reconocidos ¿cómo sentís este paso a dirigir por primera vez tu propia película?
La pulsión por dirigir la he tenido desde que comencé a estudiar cine. El sueño siempre fue ese. Elegí la edición como especialización porque quería aprender algo más concreto y además me gustaba armar rompecabezas y no se me daba mal la tecnología. Creo que la sala de montaje ha sido un gran salón de clases para aprender sobre el lenguaje cinematográfico pero también sobre la actuación. Ver cientos de horas de actores interpretando te enseña mucho sobre la traslación de la intención al gesto, a juzgar ese duro trabajo que tiene el intérprete para intentar construir la verdad. También te permite definir una poética del lenguaje, saber qué te gusta y qué no, ver cómo reaccionan los directores a ciertas situaciones, hablar horas y horas con ellos de sus miedos y sus certezas. El proceso de edición te enseña mucho sobre el camino hacia la renuncia. Dejar atrás cosas que te gustan, ideas que funcionaban antes pero ya no. Renunciar a lo accesorio y quedarte con el corazón de las cosas. Todo eso te enseña mucho sobre dirigir, luego lo que hay que aprender es a comunicarlo.
¿Cómo llegaste a la historia de Papá Liborio y en qué momento decidiste convertirla en película?
Me enamoré del personaje cuando comencé a entender su dimensión. Conocía el mito de un hombre que se decía que no había muerto y que no comía pendejadas. Eso era lo que cantaba Luis Días en un merengue de los años 80 y fue lo único que supe del personaje hasta que fui a un congreso sobre su figura en el Museo de Antropología dominicano. Ahí conocí a varios antropólogos e historiadores que habían profundizado en el tema y conocí también a gente de los pueblos liboristas que habían cruzado el país para oír como se hablaba de Liborio en un museo de la capital. Entendí las similitudes que tenía con otros movimientos mesiánicos y las posibilidades de encarnar el triunfo del desvalido, de convertirse en el símbolo de esa esperanza que nunca muere. Entonces supe que iba a hacer una película sobre él y comencé a visitar las comunidades liboristas y a andar por los lugares por los que él se movió.
Si bien la historia se centra en Liborio le diste un papel muy importante a la comunidad y población. ¿Porque decidiste incluirlos así?
Al conocer a las comunidades liboristas te das cuenta de lo importante que es el sentimiento comunitario en ellos. Teniendo muy poco, lo comparten todo. Si bien Liborio fue una persona real, el movimiento liborista trascendió a su figura y quedó vivo tras su asesinato. Tanto es así que casi cuarenta años después, justo cuando salimos de la dictadura de Trujillo, resurgió una comunidad liborista renovada que desgraciadamente terminó, al igual que la primera, por medio de la violencia. O sea que la comunidad no podía ser solo un espectador de las hazañas del héroe, la comunidad tenía que ser el eje, el personaje principal. A esto se le suma el hecho de que las canciones, los rezos y los rituales que generó el movimiento son una parte frágil de nuestra religiosidad popular, y nos sentíamos con el deber de intentar conservarlos implicando a los liboristas en el proceso de representación de sus creencias.
Otra de las gratas sensaciones que deja Liborio es que resulta ser una historia contada desde diferentes perspectivas ¿cómo fue el armado del guión y como pensaste en estos aspectos?
Cuanto más investigamos sobre él, más versiones distintas nos iban llegando de su historia. Unos lo ponían como un enemigo del progreso, símbolo del oscurantismo y el atraso, otros como la encarnación misma de un Dios que levanta muertos y cura con la palabra, también como un generador de cambio, un guerrillero heróico, un símbolo de la lucha contra el imperialismo. En fin, que al ver esto entendimos que no podíamos plantear una verdad absoluta y comenzamos a buscar formas de relativizar el relato. No queríamos un Liborio monolítico cuya historia fuera contada por un narrador omnisciente que estuviera en el lugar adecuado y de forma efectiva y eficaz nos enseñara sus hazañas. Queríamos algo mucho más subjetivo y a la vez expresivo que nos permitiera sentir como siente alguien que cree. Ver el mito a través de los ojos de los que creen en él. A partir de ese planteamiento comenzamos a sumar cosas y surgieron los siete personajes arquetípicos que nos van llevando con su mirada y su presencia por el devenir del film. Yo lo veo como si fuera un retablo de iglesia donde hay seis personajes que flanquean a la figura central. Un retrato cubista, poliédrico, que traza el perfil del héroe desde diferentes puntos de vista. Para entender la figura, debe mirarse el todo.
En Liborio nos encontramos con un espectacular trabajo de fotografía y producción ¿cómo logró financiar la película?
Tuve la suerte de tener como colaborador a Óscar Durán con quien ya había coincidido en varias películas en las que yo era el editor. Óscar no solo es un excelente director de fotografía sino que también es un muy buen cineasta y considero que su aportación al resultado final es mayúscula. Trabajamos muchas referencias visuales, sobretodo de pinturas religiosas, retratos sociales y alguna que otra película. Prácticamente todas las escenas diurnas las hicimos con luz natural, usando espejos y rebotadores. Las noches las trabajamos con fuego real. Teníamos unas barras que servían de pebeteros de gas y que se convirtieron junto a las fogatas en nuestra fuente de luz principal. El set lo trabajamos siempre en 360º y daba daba total libertad de movimiento a los actores y a la cámara. Para mi era muy importante tratar de no encorsetar a los actores para que su actuación fuera fresca y creíble y anclar la cámara al personaje que nos servía de narrador en ese momento. La producción fue un largo camino. Después de tener la primera versión del guión entró al proyecto Fernando Santos que se convirtió en mi pareja de baile en todo el proceso. Costó muchos años levantar la financiación. Había mucho riesgo en el proyecto. Yo era primerizo y la película era muy ambiciosa. Tenía todo lo que te dicen que no debe tener una primera película: recreación histórica, niños actuando, armas de fuego, muchos personajes, muchas locaciones, escenas complejas con muchos extras, animales y un guión poco convencional. Tuvimos la suerte de ganar Ibermedia para desarrollo, luego Fonprocine, el fondo nacional de la República Dominicana, también para desarrollo y después ambos fondos para producción. Esta semilla nos permitió seguir creyendo en el proyecto pero la parte más significativa de la financiación llegó de la mano de los incentivos fiscales que ofrece nuestra ley de cine a las empresas que invierten en el sector. Así se sumó el Banco Hipotecario Dominicano, una de las principales entidades bancarias del país y junto a él otras empresas que nos permitieron llevar a cabo el rodaje y parte de la postproducción. Luego nos ganamos el premio del Doha Film Institute para la postproducción y con esto pudimos ir a Buenos Aires a terminar el montaje de sonido y mezclar la película.
¿Cómo fue el trabajo de pre producción e investigación?
Yo tengo mi residencia en Madrid, o sea que la investigación presencial tenía que ser itinerante. Dos o tres veces por año, iba a la República Dominicana e intentaba sacar el jugo a cada viaje. Leí mucho sobre movimientos mesiánicos, sobre misticismo, psicología, filosofía, religiones comparadas, descampesinización, movimientos revolucionarios y también lo poco que se había escrito sobre Liborio. Estudié sobre rituales, el misal católico en general y el Requiem de Mozart en particular. Necesitaba agarrarme a estructuras sólidas que me permitieran crear una estabilidad que luego pudiéramos romper con la improvisación. La idea era hacer en rodaje algo parecido a lo que hacen los músicos de jazz en un concierto. Pero creo que la parte más importante de la investigación fue el hacer varios viajes al sur dominicano para deambular por las montañas y conocer a los liboristas, ver como piensan hoy y cómo interpretan el ayer, compartir ritos, cama y comida, e intentar vivir, aunque sea por un pequeño período de tiempo, con sus carencias pero también con su alegría.
A pesar de que las condiciones no son las ideales, al haberse convertido en un festival online, ¿qué sensaciones te deja el estreno de Liborio en un festival tan importante como lo es Rotterdam?
Los festivales son una gran celebración del cine, lugares donde rendimos culto a ese medio que nos apasiona. Rotterdam tiene la particularidad de que celebra un tipo de cine muy específico. Un cine que asume riesgos y que empuja al medio a ver más allá. Un cine que busca la poesía y la subjetividad. Tener a Liborio en la Tiger Competition es un gran logro y es la certificación de que todos los que nos vimos implicados en hacer esta película hemos hecho un buen trabajo. Es también abrirle un horizonte amplio al film, que no sabemos donde nos va a llevar. Creo que cada película es fruto de su tiempo, y Liborio ha nacido en un momento en que estamos encerrados y los proyectores de las salas están apagados. Soy optimista y pienso que antes de que termine el año la voy a ver proyectada en una gran sala pero me encanta participar de las soluciones creativas que nacen para que los festivales sigan existiendo. Me parece genial que el IFFR haya tenido la valentía de mantener sus fechas y brindar, aunque sea desde casa, una experiencia parecida a la que viviríamos por las calles de Rotterdam. En lo que llevo del festival he conocido a decenas de personas, he visto varias pelis, he hablado con sus realizadores y he asistido a tutorías y charlas. ¿Qué más se puede pedir de un festival en un momento en que el miedo todavía sigue presente?
¿Te encontrás trabajando en otros proyectos?
Si. Esto es un tren que ha comenzado a andar y no quiero que se detenga. Estoy desarrollando, nuevamente junto a Fernando Santos, lo que será mi segundo largometraje de ficción. Es una película que gira en torno a la maternidad y cómo nuestros deseos, sentimientos, voluntades y miedos a veces se cristalizan en algo físico, sensible y racional. Vitro es el título provisional⚫
Titulo: Liborio
Año: 2021
País: Rep.Dominicana
Director: Nino Martínez Sosa