“Son muchos los casos en los que un tiempo después del fuego, aparecen countries, complejos, clubes en esas zonas que antes eran zona roja. El Estado ausente, o con una presencia insuficiente, la ley de bosques no se cumple, Milei propone derogarla. Es simplemente terrible de ver.”
Aunque el cortometraje es una obra de ficción, aborda un tema muy actual: la quema de bosques intencional, que ocurre con frecuencia mientras las autoridades a menudo no intervienen. ¿Qué te atrajo particularmente de este tema y por qué decidiste explorarlo en tu obra?
Fue una vivencia que me quedó muy marcada en la memoria. Un enojo, que quedó ahí como no resuelto y sentí que quería hacer algo con eso. Durante la pandemia en el 2020, hubo un grandísimo incendio en las sierras de Córdoba y desde ahí hasta hoy, muchos más. Cientos de miles de hectáreas de bosque nativo, con su fauna, destruidos en gran medida con fines de desarrollo inmobiliario. Son muchos los casos en los que un tiempo después del fuego, aparecen countries, complejos, clubes en esas zonas que antes eran zona roja. El Estado ausente, o con una presencia insuficiente, la ley de bosques no se cumple, Milei propone derogarla. Es simplemente terrible de ver. En ese momento, hicimos marchas para defender el monte y empezaron a surgir las brigadas forestales formadas por vecinos de las zonas afectadas. Fue admirable ver ese proceso de cómo surgieron, se formaron y actuaron en cada incendio. Esta idea de que la salida es colectiva. Un tiempo después esas imágenes que estaban dando vuelta en mi cabeza se hicieron más presentes y quise hacer algo al respecto.
El personaje de Isabel exhibe una terquedad y una lucha personal que parecen haber sido trabajadas meticulosamente en el guion. ¿Podrías hablarnos sobre el proceso de escritura del guion en general y, específicamente, sobre cómo desarrollaste a este personaje y sus características?
Quería explorar el universo de los incendios y las brigadas, pero no quería hacerlo a modo de panfleto o denuncia, creo que ya todos estamos al tanto de lo que pasa, no hace falta explicar mucho más. Me interesaba desarrollar la historia alrededor de un personaje dentro de ese mundo, una micro historia, humana y sensible en ese universo, que nos invite a conectar con esta problemática. En general me gusta escribir personajes que no sean heróicos, sino que sean humanos. Que tengan contradicciones, que tengan defectos que les jueguen en contra como nos pasa a todos, pero que a la vez podamos empatizar. Así empecé a pensar a Isabel. Indagando en mis propios defectos también. Me interesaba también la soledad, en contraste con lo colectivo. He formado parte de grupos, de colectivos de lucha, y siempre es difícil organizarse. Estoy convencida de que la salida es colectiva, que el individualismo no nos lleva a ningún lado, pero a la vez, siempre pienso qué difícil es organizarse colectivamente, horizontalmente. Me interesaban esos desafíos. Decir “el Estado está ausente, tenemos que organizarnos y ocupar ese rol”, pero, ¿cómo nos organizamos? ¿Cómo lidiamos con las miserias de cada uno? Y a partir de ahí fui pensando situaciones en la que eso se pusiera en tensión. Me interesaba la idea de un personaje que a pesar de tener buenas intenciones, no pueda controlar ese enojo que le genera toda esa injusticia, y lo canalice de maneras que quizás perjudican al grupo. Intenté retratar a las brigadas de manera lo más auténtica posible, tuve varias conversaciones con brigadistas especialmente Natalia Roca y Santiago Solfanelli que fueron increíbles, y con el grupo de brigadistas que participaron del rodaje, con quienes armamos la escena en conjunto ese día. Son todos super generosos, sensibles, con convicciones fuertes, horizontales, comprometidos, saben lo que están haciendo. Pero me interesaba insertar en este espacio alguien que quisiera hacer las cosas de manera más extrema, alguien que no escuchara al grupo o que esté harta de hacer las cosas de la manera correcta. Porque he visto personas así en muchos colectivos. Y nunca es todo ideal. Me interesaba que Isabel tenga una especie de desesperación de que algo le salga bien. Siento que pone tanta energía en esta lucha, y está tan frustrada de que nada realmente genere cambios, de que todo su esfuerzo termine en nada o sea rechazado, de enfrentarse a la inoperancia del Estado, a la burocracia, que cuando llega y se encuentra con este señor es casi la última esperanza de hacer algo bien, es una decisión bastante irracional, pero plagada de compasión, a la vez que de terquedad. Todas esas capas pensaba al escribir Isabel. Igualmente me di cuenta con algunas personas que vieron el corto, que a algunos les cuesta empatizar con ese personaje. A muchas personas les cuesta empatizar con una mujer enojada, intensa, que no escucha. Fruto del patriarcado seguramente, que nos inculcó eso. Mujeres sumisas o mujeres víctimas, todo bien, pero mujeres enojadas y tercas, molestan un poco. Me parece un desafío interesante.
Encuentro fascinante la forma en que la conexión entre los protagonistas resalta supuestas diferencias de pensamiento. ¿Qué te llevó a diseñar la trama de esta manera y cómo crees que esta dinámica enriquece la narrativa?
Me interesaba la idea de dos personas tercas, solas, algo incomprendidas que se encuentran, en distintos espectros de pensamientos, con distintas agendas, pero que frente a la urgencia, logran sensibilizarse o conectar mínimamente. Intentaba explorar cómo en ese espejo que sucede entre ambos, algo se mueve mínimamente en su interior. Hay cierta compasión que los hace flexibilizarse. Logran ver un poquito más allá de eso en lo que no están de acuerdo. De ambos lados. Me gusta esa idea, en este mundo donde todo es destrucción, hacer un poco de lugar a la compasión, a entender de dónde viene el otro. Que no implica para nada dejar la lucha, porque Isabel sigue luchando al final del corto. Pero quería explorar esta tensión de cuando nos enojamos con alguien que es parte del problema, pero no necesariamente el principal responsable, o que es parte por necesidad. Ese punto donde la tensión y el enojo se aflojan y dan lugar a cierta vulnerabilidad, sensibilidad. Un poco esto de las ideas y lo real. Entonces, ¿hay lugar para la compasión? Y la posibilidad de que nuestra compasión también pueda generar cierta reflexión en el otro. Quisiera que cada persona que lo vea pueda tener sus propias respuestas respecto a esto. No me interesa para nada hacer un juicio de bien o mal, pero me interesa esa tensión. Isabel es alguien que no para, que hace y hace impulsivamente, desesperadamente pero en ese encuentro se ve obligada a detenerse, a parar por un instante, que se hace largo y lento, y se cuestiona, ¿hasta dónde? Lo individual y lo colectivo se ponen en tensión ahí, entre los dos.
La fotografía de la película es notable por su capacidad para transmitir diversas sensaciones y acercarnos a la experiencia de aquellos que sufren los incendios forestales. ¿Podrías compartir cómo abordaste el trabajo en este aspecto y qué técnicas o enfoques utilizaste para lograrlo?
Me interesaba mucho poder retratar la sensación del fuego. La sensación del humo, del calor, la desesperación, los gritos, la destrucción que avanza. Pero a la vez, mantenernos en el punto de vista subjetivo de Isabel. Teníamos el desafío de obviamente no poder prender fuego real, y tener muy bajo presupuesto para VFX, así que con Gianna Badiali, la DF, y Erik Culasso, el artista VFX, pensamos juntos de qué manera abordar ese desafío. Y pensamos que si lográbamos hacer 3 o 4 tomas donde el fuego se sienta real, después el resto se podía hacer con sonido. Así que nos propusimos eso, y usamos luces, humo y vfx para esas pocas tomas de fuego. Y después el resto lo construimos junto al talentoso Juan Manuel Yeri en el diseño sonoro. Con el sonido nos animamos a jugar un poco con despegarnos de lo puramente real, y construir algo que va creciendo con la subjetividad de Isabel. Respecto a la fotografía otro elemento que era importante era darle protagonismo a las sierras, al entorno, para que también se sienta lo que estaba en juego en esa destrucción. Y era muy importante para mí explorar la sensación del tiempo. Por eso intentamos hacer la menor cantidad de tomas, y mantener tomas largas, para jugar con la sensación del tiempo real, pero luego encontrar un ritmo entre la urgencia y frenesí del inicio, y cómo todo se detiene en la casa. Ella por fin para. Más allá de la edición, esa sensación de tiempo también la exploramos mucho desde lo visual.
Por último mencionar la importancia de contar con un equipo tan talentoso de profesionales y amigos en todas las áreas, que generosamente se sumaron a un proyecto con muy bajo presupuesto, a la vez que los brigadistas que se sumaron a participar. Nada hubiera sido posible sin este esfuerzo colectivo. Ni hablar del incondicional apoyo de mis compañeros productores Ana Lucia Frau y Mariano Dongo.
¿En qué otros proyectos te encontrás trabajando?
Ahora estoy en proceso de desarrollo de un largo que se llama Ciudad Elegida, recién terminé el primer borrador. Surge un poco en el mismo universo y conflicto del corto como semilla, pero lo llevo a algo mucho más absurdo y cómico mezclado con cierto realismo mágico. Explora también tensiones respecto a la tierra y al desarrollo, lo individual y lo colectivo, y las ideas y creencias que muchas veces se usan en contra del pueblo con intereses económicos. Estoy entusiasmada por explorar otro tono. Así que estoy enfocada en eso, espero poder filmarlo pronto. Pero lamentablemente como todos sabemos la situación de la industria cinematográfica actual, así como del país en general, es lamentable. Espero que la lucha siga y consigamos recuperar el INCAA para poder seguir haciendo películas propias y construyendo nuestras propias narrativas.
Cuando todo arde
2024
Argentina
María Belén Poncio