Underground (2024), de Kaori Oda

“La memoria sensorial”

Por Fernando Bertucci

En Underground, Kaori Oda propone una experiencia cinematográfica que se aleja de las narrativas convencionales para sumergirse en los territorios opacos de la historia, la memoria y el cuerpo. Esta película, que expande el metraje de su anterior obra Gama, se convierte en un ensayo visual que explora la relación entre lo subterráneo y la experiencia humana. Lo que podría haber sido una simple ampliación técnica se transforma en una búsqueda de mayor resonancia sensorial, donde las imágenes y los sonidos crean una especie de trance meditativo.

El filme se articula en torno a tres núcleos que dialogan entre sí: la presencia fantasmal de una joven mujer, interpretada por la coreógrafa y performer Nao Yoshigai, que deambula por distintos espacios subterráneos y urbanos, un relato en primera persona de los horrores ocurridos en las cuevas de Okinawa al final de la Segunda Guerra Mundial, y una serie de planos contemplativos de paisajes naturales y urbanos, muchas veces sin figuras humanas.

Nao Yoshigai aparece como una sombra que se desplaza entre los restos del pasado. Su movimiento, entre el sueño y la vigilia, transmite una relación táctil con el espacio: acaricia paredes rocosas, se estira sobre el suelo, escucha los murmullos de la tierra. Este gesto constante de tocar revela uno de los ejes de la propuesta de Oda: un cine del cuerpo, de la materia, en el que la imagen no solo se ve, sino que también se percibe con la piel.

La segunda línea narrativa la encarna un hombre mayor que relata episodios profundamente marcados por la tragedia: los suicidios masivos en la cueva de Chibichirigama en 1945, donde decenas de civiles perdieron la vida ante la inminente llegada de las tropas estadounidenses. Este testimonio, que aparece en momentos claves del filme, aporta una densidad histórica que contrasta con la ligereza fantasmal del recorrido de Yoshigai. El mismo narrador rememora el caso de otra cueva, Shimuku Gama, donde la intervención de dos residentes que habían vivido en Hawái evitó una tragedia similar. El montaje entre estas historias y las imágenes sensoriales construye un contrapunto que nunca termina de resolverse, pero que amplía la experiencia del espectador hacia lo emocional y lo ético.

La tercera dimensión del filme es puramente contemplativa: planos largos de espacios naturales, túneles, cuerpos de agua y escenas urbanas en las que la vida cotidiana aparece desprovista de todo artificio. En estos pasajes, la película abandona la palabra y se sumerge en lo puramente visual y sonoro. La fotografía de Yoshiko Takano resulta deslumbrante, sobre todo en las secuencias acuáticas, donde la luz y el movimiento construyen imágenes que perduran en la retina. La edición, fragmentaria y deliberadamente ilógica, rompe con la continuidad espacial y temporal. La película no busca que el espectador comprenda, sino que sienta. Oda confía plenamente en el poder evocador del montaje, de la superposición de capas visuales y sonoras. A través de esta estructura abierta, Underground se revela como una meditación sobre los rastros que deja el trauma colectivo, sobre lo que se conserva en la oscuridad y lo que asoma brevemente a la luz. Con Underground, Kaori Oda cierra una trilogía que se mueve entre el documental, la performance y el cine de ensayo. La película es un descenso sensorial al corazón de una historia oculta, pero también un gesto poético de cuidado hacia las sombras que aún nos acompañan.

Titulo: Underground

Año: 2024

País: Japón

Director: Kaori Oda