UBU (2023), de Pablo Abreu

Paulo Abreu tiene una extensa tradición como director de fotografía y autor de películas experimentales, dos identidades cinematográficas muy marcadamente presentes en UBU (2023). 

Ubu Roi, el protagonista de esta tragedia grotesca, es un capitán del ejército que anhela conseguir la corona y para ello planifica pobremente junto a su esposa el asesinato del actual rey. Lo consigue, pero dejando cabos sueltos que luego vendrán a cercar su destino. Adaptación de una obra teatral escrita a fines del siglo XIX, UBU es una instancia actualizada de la locura y el poder en la figura de un patético héroe. La trama de esta tragedia decimonónica fue representada en diversas puestas para teatro, cine e incluso bandas de rock que han tomado su nombre prestado.

Si bien el desborde, el poder y la escena de lo público son pilares argumentales en esta película, que dice transcurrir en Polonia hasta fundirse en la cartografía de una fábula, es el tono grandilocuente de la puesta en escena el eje que organiza la decadencia para el héroe y su epopeya. El texturado blanco y negro de la fotografía sustenta la búsqueda de un realismo incómodo, con parlamentos sin un ápice de romanticismo y un registro interpretativo digno de ese sarcasmo y rareza.

El traidor, el tonto y el cobarde establecen pautas rigurosamente elaboradas entre lo caricaturesco y existencial. La vestimenta aristócrata muchas veces juega dentro de estas reglas en relación con la gesticulación o los parlamentos igual de meticulosos, pero en diferente registro. La fotógrafa en blanco y negro nos cuenta el ascenso al poder de un personaje de características actualizadas y avergonzantes que parecen inspiradas en el tono distante y agobiante de El séptimo sello. La finitud no es un tema menor para Roi que es torpe, pero no idiota al punto de desconocer sus limitaciones y el alcance de sus actos. Lo errático de su postura convalida en algún modo la tensión del saberse en peligro que no lo abandona.

Dentro de las postulaciones más obvias quizá por lo cercanas, del entorno político propuesto por el director portugués, en esta película se destacan la ampulosa estética, lo rimbombante y fellinesco de las grandes estructuras, locaciones y escenografías y el tono episódico de los actos dentro del relato.

Si Macunaíma es el héroe sin voluntad para la modernidad literaria en Brasil y su nuevo cine en la década del 70, UBU puede encarar cierta continuidad también cinematográfica pronunciado la gravedad de ese devenir agarrado a la nada, donde los giros se vuelcan a la supervivencia de una moral indescifrable.