“La guerra de la tierra y el agua”
Por Sabrina Palazzani
En Louroujina, un pueblo ubicado cerca de la disputada frontera de la República de Chipre, dividida al norte con Turquía, un joven soldado monta guardia en medio de un conflicto en el pico máximo de su parálisis. La mirada fija no expresa miedo ni bravía, sino más bien una remota y activa perplejidad. Desde el cese del conflicto en 1974, no se ha registrado actividad o alarma alguna en la zona que yace bajo su control, carcomida por el sol y la noche más plena. En esa puja geográfica de ausencia y ajenidad se ubica The Watchman (2024), el cortometraje lacónico y vitalista de Ali Cherri.
El protagonista de The Watchman (2024) vigila el territorio desierto y cuando acaba su turno se retira. El ciclo, capturado en bellas imágenes y digna monotonía, se repite tres veces. Entre tanto, el joven mantiene un breve intercambio con la base; le da entierro a un pájaro muerto; de regreso, una vecina le invita un café y comparten merienda y conversación.
Ali Cheri es un artista multidisciplinario lituano que ha realizado esculturas, videoinstalaciones, cortometrajes y películas. En sus piezas ensaya sobre el punto de fuga entre la tierra y su división, y la humanidad que se gesta en ese medio difuso de lo concreto del suelo y la historia de su partición. La guerra, desde la lógica del daño, el eco y la inercia, se ubica como tema central en su obra.
El principal material de las esculturas de Cherri es el barro, con el que recrea modelados humanos del aspecto de un hallazgo arquelógico. A propósito de una reciente exhibición, el artista consideró a este elemento, mezcla de tierra y agua, un lenguaje fértil para sintetizar la dialéctica de innovación constante e inherente a los materiales que, según Cherri, son grandes portadores de la historia. Esta mezcla borrosa (¿barrosa?) dialoga en tono vitalista con la alienación árida del personaje que rertrata en The Watchman (2024); un desvío deleuziano en el corazón de un conflicto bélico paralizado en oriente.
La firmeza de los encuadres de este cortometraje de coreografía nítida y escaso movimiento interno figuran la continuidad de la premisa vitalista de Cherri en toda su obra. Los pactos de persistencia entre la vida y lo que se muere son la riqueza del tratamiento visual hacia lo inerte.
La rutina distante de The Watchman (2024) sufre un abrupta desestabilización con la aparición de un pelotón que avanza a lo lejos en lineas zisagueantes y a paso firme, en medio de la guardia nocturna, acercándose a la unidad desde la que vigila el protagonista. Las presencias semi humanas son escultóricas, y algo atmorizantes; en donde debería haber bocas y ojos hay concavidades grises e indefinidas, y la piel sobre la que llevan sus uniforme es arcillosa, rígida, lustrosa. Las figuras emiten sonidos que el vigilador conoce y comprende como un mensaje que esperaba hace largo tiempo: finalmente vienen a llevárselo con ellos. Este tránsito, esquivo al realismo mágico, es la huella orgánica que Cherri persigue como un elogio de lo suspendido.
Titulo: The Watchman
Año: 2024
País: Italia
Director: Ali Cherri