“Una Mirada Humana al Fin del Régimen”
Por Pablo Gross
El debut en largometrajes de Bogdan Mureşanu, explora uno de los momentos más trascendentales de la historia rumana: los últimos días del régimen de Nicolae Ceausescu, en diciembre de 1989. En medio de la represión y la censura estatal, la película muestra cómo una serie de personajes comunes vive ese tiempo de incertidumbre, miedo y posible cambio sin saber que el país está al borde de una revolución. A través de una narrativa coral, Mureşanu se distancia de las visiones unilaterales y monolíticas con las que el cine rumano ha abordado el tema en el pasado, ofreciendo en cambio un retrato polifónico de un país en crisis. La película no se centra en héroes o figuras históricas, sino en personas ordinarias cuyas historias y pequeñas decisiones reflejan las contradicciones, la opresión y el absurdo de un sistema que colapsa. La perspectiva múltiple de estos personajes captura la diversidad de experiencias y respuestas ante el régimen, desde el miedo y la resignación hasta la resistencia y la ironía. Al abordar este periodo histórico desde la perspectiva de individuos distintos, la película logra humanizar un contexto que en otros relatos suele aparecer simplificado o idealizado. A través de la mirada de un padre preocupado, una madre desplazada, un joven con ansias de libertad y una actriz en conflicto, se revela la complejidad de vivir bajo la sombra de una dictadura.
Uno de los elementos estéticos más poderosos de The New Year That Never Came es el uso del formato de 4:3, para recordar las transmisiones televisivas de la época y aumentar la sensación de claustrofobia y vigilancia constante. Esta elección visual enfatiza la opresión de una sociedad en la que cada acción y palabra pueden ser observadas y castigadas. La paleta de colores apagados y la cámara en mano también contribuyen a esa atmósfera de tensión latente, logrando que la narrativa histórica resuene de manera visceral con el espectador. A medida que las historias de los personajes se desarrollan y entrelazan, se evidencia la desconexión entre la propaganda oficial y la realidad que vive la gente. En una escena particularmente simbólica, el equipo de un estudio de televisión se esfuerza por filmar un programa especial de Año Nuevo para glorificar al dictador, ignorando el tumulto en las calles. Este contraste entre el mensaje del régimen y la realidad palpable de un cambio inminente subraya la ironía de un sistema incapaz de reconocer su propia fragilidad.
El clímax de la película, sincronizado con la música de Bolero de Ravel, refuerza la magnitud del momento histórico. A través de un montaje dinámico que fusiona la ficción con imágenes de archivo, la película captura la energía caótica y emocionante de un pueblo que, aunque en silencio, está a punto de alzar su voz en busca de libertad. Lejos de una representación idealizada o excesivamente solemne, Mureşanu ofrece una mirada equilibrada y humana, que permite al espectador comprender cómo el fin de una dictadura afecta a individuos de distintos orígenes y motivaciones.
Al presentar una visión coral de estos días previos a la revolución, The New Year That Never Came se distingue en el cine rumano reciente por su exploración profunda y matizada de un evento histórico desde el prisma de la experiencia cotidiana. La película celebra la resistencia anónima y la dignidad de aquellos que, con sus actos pequeños y grandes, forman parte de la historia.