“Gran fuerza domadora“
Por Andrés Brandariz
“La vida del torero Andrés Roca Rey durante una jornada de tauromaquia, desde que se viste hasta que se desviste”. Desde la sinopsis, Tardes de soledad propone un ejercicio modélico de documental observacional: la cámara registra la preparación, los pasos, el espectáculo del toreo y su final, que implica la muerte del toro y los subsecuentes vítores de la tribuna. El realizador no interviene en la acción: su mirada -bajo la ilusión de objetividad que la cámara testigo genera- permea en lo que muestra, cómo lo muestra y, también, aquello que elige omitir.
El ejercicio implica, sin embargo, un engaño: en el año 2024 de nuestro Señor, realizar un documental que exhibe -en preciso teleobjetivo, con poquísimos cortes- un espectáculo que implica la muerte violenta de un animal constituye, desde el vamos, una provocación. Albert Serra lo sabe y, astutamente, se refugia en la observación para difuminar sus huellas. En resumen: tira la piedra y esconde la mano.
¿Es Tardes de soledad, entonces, sólo un acto reaccionario ejecutado con máximo virtuosismo? Creo que es un poco más que eso. Por un lado, lo obvio: Serra nos muestra un espectáculo de manera en la que sólo el cine puede mostrarlo: con insoportable cercanía, un punto de vista que ninguno de los asistentes puede adoptar. Vemos el sudor, la sangre y la arena de una danza mortal, la que se establece entre el toro y el matador. No importa con qué juicio moral sobre semejante espectáculo hayamos llegado a la sala: cuando el animal acomete la embestida, nos sobresaltamos. Serra lo sabe y nos doma un poco a nosotros también.
Identificación y desidentificación, admiración y asco, honor y crueldad: a través de su cámara flemática Serra nos sacude entre violentos opuestos. La película transcurre y, a medida que nos acostumbramos a Roca Rey, más asimilamos su figura a la del realizador: altivo, pedante, habilidoso. También distante: en los traslados en minivan, su equipo fanfarronea y lo adula. Elogian el tamaño huevos, epítome de sus atributos como artista y, también, como varón. Roca Rey guarda silencio, pide agua y, ocasionalmente, musita que ha tenido suerte. Es el único que mira a la muerte cara a cara en la arena con cada actuación. El único lo suficientemente valiente o estúpido para arriesgar y salvar su vida en cada actuación. El único que se ofrece en sacrificio encomendándose a la Virgen (cuyas imágenes atesora) para corroborar si todavía merece ser salvado.
Tardes de soledad es una película sobre disyuntivas que conviven, y corresponde mencionar dos más: la de un imaginario estético antiquísimo que convive con una modernidad hipertecnologizada, y la de una performance de virilidad empapada de homoerotismo. En su habitación del Ritz, Andrés Roca Rey se coloca unas ajustadas media rosas, con el pecho descubierto apenas adornado por un collar de perlas. Su asistente aparece después y lo abraza para colocarle unos ajustados pantalones repujados en detalles dorados, que aprietan sus piernas y sus nalgas. Salen juntos de la habitación, esperan el ascensor. Mientras los números aumentan en el marcador, la evidente diferencia entre sus vestuarios -uno, con saco y corbata; el otro, con la indumentaria almidonada del torero- nos arranca una sonrisa.
La película termina como esperamos que termine: luego de lidiar con un toro particularmente bravo (al menos, así lo construye Serra), Roca Rey lo estoquea con particular precisión. La bestia se desploma, el matador le corta las orejas y las exhibe ante el aplauso atronador de la tribuna. Roca Rey saluda, el toro es arrastrado fuera de la arena y la película termina. Los aplausos continúan pero la tribuna jamás se muestra. Ese último plano -que clausuraría la película con mayor precisión académica- se nos veda: la tribuna somos nosotros, que no somos mejores por haber pagado una entrada al cine en lugar de a un espectáculo de lidia. Serra nos deslumbra con su control de la puesta, nos expone a la crueldad más extrema, nos pregunta si todavía existe un valor sacrificial en eso y finalmente nos abandona en la arena vacía empapada de sudor y sangre, aplaudiéndonos a nosotros mismos por algo que no creemos merecer del todo.

Titulo: Tardes de soledad
Año: 2024
País: España
Director: Albert Serra