“Doblegar la calma”

Por Rocío Molina Biasone.

Esta breve experiencia sensorial y narrativa se compone de elementos que, a primera vista, parecen disparejos, inconexos, pero cuya conjunción nos lleva a pensar en la esencia del cine: imágenes, sonidos y voces que a través de una duración logran componer un sentido anteriormente impensable.

¿Qué relación existe entre un recorrido en auto bajo la lluvia y tres historias inquietantes sobre el encuentro de dobles? Julieta Amalric se apropia de un video en internet, de los tantos que hay en ese infinito espacio con esa misma propuesta o formato: un viaje en auto desde la perspectiva del conductor. Amalric explica que se trata de una serie de videos que a menudo sirven para calmar la ansiedad, relajar a quien los ve o escucha. La operación interesante que realiza la película es la inversión de la funcionalidad original del plano.

Tomar prestado un punto de vista con un sentido de direccionalidad certera, un camino claro para llenarlo de tensión y desconcierto. El texto es uno de los elementos centrales en ese procedimiento. Una narración casi onírica, sobre un mundo conformado por dobles que se dan cuenta de la duplicidad y la repetición absurda que los rodea. Cada historia se vincula muy de cerca con la “voz” narrante, y por ello, podemos dudar de su veracidad y a la vez no dejar de someternos en un ambiente que se vuelve cada vez más retorcido y escalofriante.

La ruta y la lluvia que nos brindaba tranquilidad al inicio, ahora se convierten en un mal augurio: el camino cada vez más oscuro, las gotas de lluvia cada vez más ruidosas e intensas. La experiencia del espectador deja de ser puramente sensorial y empieza a ser mental, paranoica, ansiosa por encontrar aquel punto de encuentro tan temido entre la voz y la imagen. Temido, pero esperado como uno espera el sentido, el orden, la lógica que venga a sacarnos de la deriva. Un punto de encuentro que quizás, si existe algún orden, llegue pronto.