Mutzenbacher (2022), de Ruth Beckermann
“Memorias de una prostituta ficcional”
Por Candelaria Carreño
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Un sillón –o un diván– sugestivo y elegante, un galpón amplio y frío, luces, un piano, la cámara. Frente a ella, una seguidilla de hombres se sienta. La directora, Ruth Beckermannn, es la que pregunta e interpela. Ellos responden. Lo que media entre estos elementos es un texto, y no cualquier texto. Josephine Mutzenbacher. La historia de vida de una prostituta vienesa es una novela pornográfica publicada en 1906 –apenas unos años después que la obra monumental de Sigmund Freud– anónima, atribuida a Felix Salten, el escritor de la película infantil Bambi. Censurada hasta hace pocos años, la obra en cuestión narra en primera persona las memorias de una trabajadora sexual vienesa, sin sortear detalles, incluyendo en la narración el despertar sexual de Josephine de niña, con pasajes que leídos a la luz de nuestros días no resultan más que repulsivos. En esos pasajes, el personaje femenino nunca deja de sentir placer y de profesar, sin ningún tabú, la libertad de su sexualidad. Un conjunto de hombres de edades heterogéneas –la condición de profesionalismo actoral no era requisito para a la convocatoria– se presenten al set de filmación y, siguiendo los códigos del casting, Beckermannn les indica leer pasajes de la novela de contenido erótico, o más bien pornográfico. Con astucia y lucidez, no sólo representan su papel, sino que los lleva a reflexionar sobre aquello que leen. Ellos siguen al pie de la letra las indicaciones. La cámara siempre es fija, planos medios que alcanzan a tomarlos de cuerpo entero, o de medio cuerpo. Hay algo de la inversión de roles de poder en ese gesto astuto que lleva a cabo la directora austríaca que propone, a medida que avanza el largometraje, una mirada aguda y crítica sobre las masculinidades, sin ridiculizarlas e incluso sin menospreciarlas. Las expone en primera persona, y allí nos encontramos con lo más rancio, sensible, sincero y reflexivo de cada una de estas miradas. Quizás este sea el mayor gesto de denuncia, y el que, en algunos testimonios del film, nos haga querer traspasar la pantalla y sacudir a quienes hablan detrás de cámara. Hombres que reflexionan sobre qué significa el papel de víctima, sobre todo en la sociedad contemporánea. Hombres que hablan de su propio despertar sexual, de las implicancias negativas de las imágenes del porno en su intimidad. Hombres que se prostituyeron. Hombres que, sin tapujo alguno, proponen que también se use y trabaje con el concepto de feminidad tóxica. Hombres que aseguran que definitivamente, la novela fue escrita desde una subjetividad masculina, ya que en cada uno de los encuentros sexuales con varones que la narradora menciona, los exuda de toda culpa y castigo. En el largometraje, el desfile heterogéneo de intérpretes reflexiona y opina frente a cámara, siempre en duplas, y de esta manera son confrontados, haciéndolos dialogar ante posturas que no siempre concuerdan, permitiéndoles una apertura personal en la conversación que entre ellos se genera. El deseo, la sexualidad, contados por ellos mismos, en primera persona. Sacados de su propio rol, también interpretan con el cuerpo, de pie frente al piano, pasajes de la novela anónima. La pieza se completa con diferentes escenas, todas siempre en la misma locación, en donde, como si siguieran una coreografía impuesta, imposible de sortear, presentados como una masa homogénea en un mismo plano, todos en una misma habitación, repiten de pie frente a la cámara, ciertas palabras que citan de la novela: un grito continuado y conjunto que responde a preguntas sexuales, respondidas como si no hubiera reflexión posible. Siguen a rajatabla las directivas, dispuestas por la voz impasiva y determinante de Beckermannn. A diferencias de la reflexión que logra por medio de las preguntas, en estos planos vemos de frente a una masa robotizada que responde autómata, ensaya algunas veces su guión y acción, la escena ya está rodando. El género, con letra entra. La performatividad de la masculinidad aprehendida a la perfección.
El gesto de Ruth Beckermannn en Mutzenbacher (2022) es, tal vez, de los más incómodos a realizar desde una mirada feminista. Poner a hablar y, por ende, escuchar la perspectiva de los hombres conlleva siempre sus riesgos. Solo una cineasta con la entereza y trayectoria de Beckermann podría lograr que la inversión de roles quede al descubierto, realizando una mirada crítica, pero sin convertirla en el gesto de poder al que largamente en la Historia se ha sometido a las mujeres, disidencias y cuerpos feminizados. Incluso cuando uno de los ocasionales intérpretes de Josephine, reacio a decir en voz alta una palabra soez o vulgar al principio por lo que podrían pensar sus nietos si vieran la película, termina compenetrando en su papel y finge el orgasmo que la narradora detalla, frente a la cámara. ¿Qué incomodidades, pensamientos y sentires traerá aparejada la recepción del film en los espectadores hombres? ¿Cuáles serán las reacciones en las espectadoras mujeres? En tiempos donde la cancelación está a la orden del día, y donde el grito prima por sobre la reflexión, Mutzenbacher ilumina temas difíciles de abordar, saliendo de todo lugar común, ubicándose en los rincones más incómodos, incluso aquellos que los feminismos aún encuentra irresolubles.

Titulo: Mutzenbacher
Año: 2022
País: Argentina
Director: Ruth Beckermann
