Los dos lados de la tortuga (2024), de Oscar Illingworth

En los orígenes del cine, la literatura fue una de las fuentes principales para alimentar las historias que se contaban en la pantalla. La posibilidad del arte cinematográfico de transformar las imágenes y sonidos en una narración hermanaron durante muchos años a ambas disciplinas. Con el paso de los años, las relaciones entre los textos literarios y el cinematógrafo se transformaron y permitieron al cine independizarse de la tiranía de la narración. En unos breves 10 minutos Los dos lados de la tortuga adapta libremente una parte del libro Las encantada de Heman Melville, el autor de la consagrada obra Moby Dick, y pone de relieve vínculos menos inexplorados entre los textos y el cine. 

El director ecuatoriano utiliza un relato de Melville que habla de las tortugas de las Islas Galápagos. Imágenes de archivo, textos de la obra,  imágenes nuevas producidas en la actualidad se van amalgamando en la pantalla sin un criterio muy claro. Los textos, de todas formas, permiten otorgarle un marco de sentido a las imágenes que a veces son confusas y no se interrelacionan de una forma convencional. 

Son escasos los elementos que el director pone a disposición del espectador para armar un posible relato más “organizado”. Más bien nos lleva a conectar frases con imágenes y desde allí pensar nuevas conexiones sobre lo que se nos muestra: es así que la manipulación y explotación de los recursos naturales resuena en este corto. Una convivencia que no es para nada natural cuando el hombre intenta dominar a animales ancestrales e intenta comerlos, extraer de ellos aceites para usos cosméticos o montarlos como juguetes de niños.

Si Melville quería y estaba deseoso por explorar nuevos mundos hoy lo que se busca más que explorar es explotar. Tomar un texto de otra época y ponerlo en diálogo con imágenes en este caso permite poner en tensión algo de lo que el tiempo ya impone. Cuestionar el lugar del hombre frente a la naturaleza y su necesidad imperiosa de dar vuelta a la tortuga para esconder su lado oscuro. Pero la pregunta también se da vuelta: ¿Quién tiene verdaderamente  el lado oscuro?