“El lado absurdo del ser humano?”
Por Ivan Garcia
Hacia fines de los 90, y con la llegada del llamado nuevo cine independiente norteamericano, comenzó a verse una tendencia a la repetición, o una estética que se repetía y comenzaba a verse con sospecha como signo de desgaste. El cine de Quentin Tarantino, por ejemplo, fue justamente tomado como referencia por muchos nuevos directores y directoras de la época, y esto derivó en una ola de “copiones” o cineastas que buscaban explotar los mismos recursos, con mayor o menor éxito, pero generalmente con un nivel inferior de calidad.
Películas donde reinaba una violencia urbana, mucha acción, personajes exagerados con one liners o con frases ocurrentes con las que buscaban convertirse en icónicos, también estructuras narrativas donde se toman varios puntos de vista o se hilan distintas historias que confluyen en una integradora. Todo esto pasó de ser lo revelador, fresco y novedoso a agotarse rápidamente. Sin embargo la influencia de cineastas como Tarantino es innegable aún hoy en el cine de acción, o dramas cargados de violencia y de referencias a otros autores o épocas.
Algo similar podríamos decir de los hermanos Coen y su forma de hacer cine. Hace unos años tuvimos en el festival de Mar del Plata Tres avisos por un crimen, de Martin McDonagh. Esa película tenía muchas de las marcas de un drama característico de los Coen: había una serie de personajes de dudosa moral que se veían inmiscuidos en una situación bastante turbia, y a su vez cada uno de ellos representaba algún modelo social y tenía una serie de motivaciones marcadas. Todo esto acompañado de un humor negro y una trama que se desenvolvía en una espiral de violencia creciente, buscando generar reflexiones sobre temas complejos de moralidad, racismo, la capacidad de cambiar y perdonar, etc. Este año en la competencia internacional del festival de Mar del Plata tenemos a LaRoy, escrita y dirigida por Shane Atkinson, y si bien encuadra perfectamente en esta categorización de película “al estilo de los Coen”, funciona a fin de cuentas en su propia ley.
Ray es dueño de una ferretería en un pequeño pueblo sureño, y justo cuando necesita una cantidad importante de dinero para un proyecto personal se cruza con un hombre que lo confunde con un asesino a sueldo y le da una suma importante para que mate a un hombre. Así comienza una trama en la que se verán metidos investigadores particulares, vendedores de autos, policías, asesinos, y demás personajes de pueblito estadounidense. Muchos elementos son calcados de películas como Fargo o Sin lugar para los débiles. El protagonista es el hombre débil y enclenque que se ve metido por azar en una situación violenta que lo supera por completo y toma una serie de decisiones que no parecen enfilar nunca a buen puerto. El asesino es un hombre serio y taciturno que avanza lentamente por la ciudad en busca de respuestas para poder “terminar su trabajo”, y otros personajes funcionan también como arquetipos de este tipo de filme que ya se han visto varias veces.
Algo particular de LaRoy es como se vuelca bastante más hacia el humor, y abandona un poco el nihilismo y la sequedad de lo que sería algo de los hermanos ya mencionados. Si en Sin lugar para los débiles la seriedad y la inevitabilidad de la muerte se condecían con un destino trágico, casi shakespereano, era también por las influencias del tóxico texto de Cormac McCarthy en que se inspiraba. En este caso el humor (un poco exagerado por momentos) aliviana bastante la trama y el clima, aunque a veces llega a romper con el registro dramático y entrar en lo bizarro, sobre todo a partir del personaje del detective privado, que hace las veces de alivio cómico.
A fin de cuentas, en esta historia de traiciones, codicia y asesinato los cabos terminan atando de manera bastante convincente, y si bien está lejos de ser una obra similar a aquellos que imita, no por eso deja de funcionar en sí misma, entretener y mostrar ese lado absurdo, violento y fatal del ser humano.
Titulo: LaRoy
Año: 2023
País: Estados Unidos
Director: Shane Atkinson