La chimera (2023), de Alice Rohrwacher

La nueva película de la italiana Alice Rohrwacher vuelve a tratar la relación entre el pasado y el presente de Italia a través de un grupo de personajes que viven en los márgenes, que parecen en sí mismos atemporales y carentes de mucha referencia material. Continuando la línea de Lázaro Feliz, se vuelve a ese costumbrismo rural con una vuelta de tuerca, una salida fantástica a las ataduras de la realidad.

Arthur o “el inglés” como lo conocen en el pueblo, es liberado de prisión después de hacerse responsable de algún crimen desconocido, para la alegría de sus antiguos compañeros y sus seres queridos. Tras unos días de resistirse a volver a viejos hábitos, retoma sus andanzas con un grupo de personajes que lo ayudan a buscarle un costado redituable a su “don”. Este don es la capacidad de percibir dónde en el suelo Italiano hay enterradas antiguas criptas y tumbas milenarias de los etruscos, muchas veces atestadas de estatuas y tesoros invaluables.

Así como Lázaro viajaba al pasado y servía como un conducto inocente y en cierta medida pasivo para este dispositivo narrativo, en este caso el inglés comparte ciertas características con el anterior protagonista: es un hombre callado y taciturno que parece siempre estar pensando en otro lugar y otra gente. En su caso recuerda una y otra vez a su antigua novia, y lucha contra la realidad volviendo a ella en recuerdos, buscándola para verla una vez más. Arthur es un dispositivo para conseguir sustento económico para sus compañeros, y también un peón a ser explotado por los ricos que luego consiguen estas antigüedades que ellos desentierran para vender por millones, de los que ellos solo ven monedas.

Sin embargo, conoce a Italia, la ayudante y “aprendiz” de la madre nodriza que es su mayor cuidadora, una chica joven y también algo inocente, que a su vez tiene la capacidad de verlo como realmente es, y de valorarlo por aquello que los demás no son capaces ni tienen interés en apreciar. No es casual que Arthur sea un inglés, y que al mismo tiempo el tenga una relación más allá de lo explicable con la tierra y la historia italiana, lo cual se espeja en su relación con Italia (el personaje).

Rohrwacher continúa, con La Chimera, la construcción de una obra con una estética definida y propia, a la vez que consciente de la historia del arte italiano, tanto dentro del cine como más allá de él concretamente. El costumbrismo y muchos arquetipos que pueden rastrearse hasta el neorrealismo más cercano a Pavese. Sus personajes pertenecen a este mundo anclado en una realidad precaria pero universal, mientras que al mismo tiempo poseen algo que los diferencia, un sueño y un don que hace las veces de dispositivo narrativo para adentrarse en las temáticas que la autora busca penetrar.