“De obsesiones y viajes en el tiempo”
Por Celina Wolffelt
Alain y Marie quieren preguntarle algo a su médico pero no saben cómo. Dan vueltas para decir aquello que parece indecible. “Vas a pensar que estamos locos” / “Voy a intentarlo de todos modos. Allá vamos”. Alain Chabat se congela en un gesto irrisorio, justo en el momento en el que el secreto nos iba a ser revelado. Así, in media res, empieza –y así como empieza también se interrumpe– Increíble pero real Incroyable mais vrai, una de las últimas películas de Quentin Dupieux, quien ya nos tiene acostumbradxs a las historias absurdas, las comedias delirantes y los relatos fantásticos, con sus ramificaciones y multiplicidad de niveles narrativos de los cuales no siempre logramos identificar su naturaleza, si es que tal cosa fuera necesaria.
Si en Reality (Réalité, 2014) no parecía haber frontera entre los sueños y la ficción, pero a su vez tampoco se nos presentaba una lógica con la que bordear los vericuetos narrativos, en Increíble pero real, Dupieux, antes que nada, se ocupa de explicar bien de qué va la cosa. En los primeros quince minutos de la película se nos presentan dos tiempos en simultáneo: Alan y Marie visitan una casa con la intención de comprarla, mientras vemos las escenas que corresponden al día siguiente, cuando ya concretaron la compra. La extrañeza es inevitable. Si vemos una pareja visitando una casa y en seguida sabemos que la compraron, ¿para qué volver hacia atrás y seguir viendo el recorrido de la pareja por el espacio? Esta decisión, que en principio pareciera algo caprichosa o al menos sospechosa, pone en evidencia lo que a Dupieux le interesa, que es el motivo por el que compraron la casa. O es, en todo caso, una excusa para introducir, a través del montaje, una propuesta formal que pareciera replicar la experiencia del tiempo que vivirán los personajes en la película. Con el mismo rodeo con el que el Alain le cuenta a su médico lo ocurrido, Dupieux se toma su tiempo para contarnos que la casa a la que se mudaron tiene en su sótano un túnel que permite –nada más y nada menos– viajar en el tiempo. Una vez que se revela el gran secreto, el vendedor de la inmobiliaria se ocupa de explicar rápidamente las reglas del universo fantástico: al bajar por ese túnel, lo que encuentran es el mismo espacio, con la diferencia de que el tiempo se ha adelantado 12 horas. A su vez, cuando la persona que bajó vuelve a subir, rejuvenece 3 días. Es decir, el tiempo que aparentemente se pierde al viajar 12 horas hacia el futuro, se gana en un cuerpo cada vez más joven.
A partir de ahí, la película se centra en el contraste que vive la pareja respecto del túnel fantástico. Si Alain ignora por completo las posibilidades que este ofrece, Marie sucumbe a un espiral obsesivo, bajando todos los días varias veces al día, con la intención de convertirse en una joven y exitosa modelo –a pesar de la terrible idea, que en un determinado momento se instala, de que viajar en el tiempo y rejuvenecer tres días pudre al cuerpo por dentro. El personaje masculino que también es portador de un rasgo de vanidad y narcisismo es el jefe de Alain, Gérard –un hombre que encarna todos los clichés de una cierta idea de masculinidad– quien decide implantarse un pene electrónico con control remoto para satisfacer a su novia de turno. Contra toda expectativa del cine de ciencia ficción, aquí la lógica del viaje en el tiempo se ve reducida a una simple función: rejuvenecer. Es que a Dupieux no pareciera interesarle, como en Reality, trabajar narrativamente los diferentes mundos que una máquina del tiempo inevitablemente despliega, sino tal vez, divertirse jugando formalmente con la temática del tiempo. Así como deja de lado las posibles lagunas y conflictos que pudieran surgir a partir de la multiplicidad de realidades, tampoco utiliza el viaje en el tiempo para resolver cuestiones vinculadas al mismo. Es decir, cuando a los personajes se les presenta un conflicto relacionado con la urgencia, el túnel del tiempo no pareciera ofrecer ninguna solución. Es que, si en Reality el procedimiento metalingüístico operaba al nivel del relato, desdibujando los límites entre los diferentes niveles narrativos, en Increíble pero real, el procedimiento pareciera haberse trasladado a la propia estructura de la película, a través de la manipulación del tiempo.
Otro buen ejemplo de esta propuesta –y me atrevería a decir el gran gesto cómico y de autor por parte de Dupiex en esta película– es cuando, hacia el final, una secuencia de montaje de alrededor de diez minutos nos muestra cómo efectivamente ocurre aquello que nos prometieron (y más), pero de esta extraña manera, en una especie de cine mudo repleto de gags y en fast forward. Dupieux maximiza la función de la secuencia de montaje, trabajando el absurdo en su contenido y forma: las escenas son extremadamente graciosas y efectistas y su duración es igualmente disparatada. La secuencia acumula miles de acontecimientos y es musicalizada por los temas de un disco rescatado de 1976 (de un músico y físico alemán que utilizaba el pseudónimo de Jon Santo), que reversiona a Bach con sintetizadores. La música, complemento si se quiere esencial de una secuencia de montaje y que definitivamente impacta en el ritmo, es de una simpleza y cadencia particularmente lenta para tratarse de este recurso. Es decir, como nos tiene acostumbradxs, el director y productor musical francés, rompe todas las reglas.
Lo que a Dupieux, en el fondo, pareciera interesarle, es hablar acerca de la obsesión por la juventud y la belleza, y en un sentido más amplio, sobre la ilusión de control. Los personajes buscan controlar el cuerpo y el tiempo, sin que la película pierda nunca el humor y la autoconsciencia. Por más que podamos pensar que aquí, viajar en el tiempo, y especialmente la obsesión por controlar lo incontrolable, pareciera generar terribles consecuencias, las imágenes de Dupieux siempre tienen un revés desde el cual se las puede mirar. Por más metafórico que parezca el final, o que efectivamente pueda ser, podemos intuir que a este cineasta no le interesan los mensajes profundos, sino trabajar imágenes que verdaderamente abran una grieta en la realidad. Y claro, hacer reír. En una entrevista acerca de esta película, Dupieux contó que lo que él quería, fundamentalmente, era hacer una comedia. Por más lecturas que se le puedan encontrar a la imagen de un tajo en una mano por el que salen hormigas a borbotones, Increíble pero real es esencialmente graciosa y lo logra porque se toma en serio su propia locura. Nada más delirante y efectivo para esta película que un final sospechosamente literal, una imagen increíble pero real.
Titulo: Incroyable mais vrai
Año: 2022
País: Francia
Director: Quentin Dupieux