“Volver a ser”

Por Ivan García

El primer largometraje de la directora mexicana Michelle Garza Cervera aborda el cine de género con una temática que en cierta forma es bastante familiar: la mujer que jóven trastocada en su orden por la inminencia de la maternidad. Si bien este puntapie la emparenta con clásicos como Rosemary’s Baby, no es la única perspectiva que aborda ni el fondo de lo que busca explorar en su protagonista, y esto le agrega otra capa de profundidad, ya que está muy bien trabajado.

Valeria vive feliz con su esposo, hace trabajos de carpintería, y finalmente logra el cometido que venían buscando ambos hace tiempo: el embarazo. Lo que comienza con un tono aparentemente idílico contrasta con presagios e imágenes ominosos que anticipan lo que vendrá. Desde el principio, ella lucha por mantener ese embarazo, mientras a su vez su cuerpo parece decirle otra cosa. El conflicto interno que más adelante saldrá a la superficie se percibe desde la corporalidad también. 

La introducción de lo fantástico, sobre todo asociado al terror, se da principalmente desde la perspectiva de Valeria, con la aparición progresiva de personas de extremidades retorcidas que con gestos y movimientos macabros se acercan de a poco a ella y a sus espacios, corrompiéndola y alterando su percepción del mundo. Así ella va de a poco cayendo en la paranoia y la desesperación, generando primero lástima en quienes buscan apoyarla y comprenderla, pero más adelante mucha más bronca ante la escalada de hechos siniestros a los que ella está asociada.

La ya trabajada idea del embarazo como generador del conflicto interno, y método para trabajar la temática de la “histeria” o la inseguridad es una parte de lo que plantea esta película, como ya mencionamos. Pero lo que hace mejor es usar ese hecho más bien como un catalizador. El trasfondo es la identidad de Valeria misma, y el quiebre con una personalidad que había construido minuciosamente para ser “correcta” en lo social. Alguien con proyectos, pareja, estudios, familia. Una idea que traiciona quien ella realmente es y que aflora a partir de esta serie de situaciones y del encuentro casual con una antigua amiga de su adolescencia. 

La tensión en Huesera es constante. Aún en los momentos más relajados sentimos que hay algo bullendo detrás, y siempre parece que algo terrible va a ocurrir, casi como una certeza. El diseño de sonido provee gran parte de esta molestia e incomodidad intencional. Valeria tiene una compulsión por sonarse los huesos de los dedos, y a medida que su nerviosismo crece, esta pulsión se incrementa, asociandola más aún a estos seres oscuros de huesos retorcidos que se anuncian con ruidos similares, de huesos tronando.

La onírica escena de confrontación final confirma el gran trabajo que hace Garza Cervera, y cómo logra resolver la historia de manera satisfactoria en una cargada película de poco más de noventa minutos. Las apariciones esporádicas de los monstruos nunca llegan a sentirse comunes ni repetitivos, están bien justificados y suman a ese sentido de ansiedad y nervios que crece y se acerca, reptando cooptando espacios otrora seguros. Nos pone con gran mano, y sin caer en obviedades, en la piel de su protagonista, pero a su vez nos hace sospechar de ella como lo hacen los demás, solo para poder llegar a la confluencia en el final.