“Trascender el tiempo”
Sebastián Francisco Maydana
Es 1918 y el Príncipe de Tailandia, un niño de no más de once años, celebra su cumpleaños en el palacio real de Bangkok. Asisten los más importantes funcionarios coloniales de Tailandia y otros países del Sudeste Asiático, incluyendo a Edward, que llegó por casualidad huyendo de su prometida. Cuando todos bailan el vals de Johann Strauss El Danubio azul, la cámara corta a una imagen de otro río, quizás el Mekong, y luego a un plano de una calle atestada de motos que se entrecruzan de la misma manera que las parejas de bailarines en el palacio. Ese sencillo montaje entrelaza orgánicamente y de forma elegante imágenes que uno podría suponer en principio incompatibles: el pasado y el presente, Oriente y Occidente, y también la ficción con el documental. Son éstos algunos de los cruces que nos propone Miguel Gomes en su última película, un maravilloso collage que trasciende los tiempos y los registros discursivos. Y lo hace, de nuevo, orgánicamente, como quien hace un punto de crochet sin fisuras donde no sobra ni un milímetro de hilo.
Grand Tour propone un recorrido por el Sudeste Asiático en varios registros. El más inmediato es el del ficcional desencuentro entre Edward y Molly, ambientado en la Birmania colonial y filmado casi exclusivamente en estudio en un estilo muy clásico. Y aquí Gomes muestra que maneja con destreza diversas técnicas del cine de distintos tiempos. La construcción del espacio, tanto en las secuencias documentales como en las de ficción, es excelente, con planos que comprenden varias profundidades en las que pasan cosas distintas y siempre interesantes. A veces nos muestra apenas una parte, algo que le interesa destacar, para luego abrir el plano y revelar que alrededor de la acción pasan mil cosas, que hay todo un mundo en el que se desarrolla la película. Esto también lo logra a través del montaje y la dirección de actores, cuya precisión es la marca de un gran director que se siente cómodo con el material con que trabaja. Cada plano, ya sea que trabaje con actores en un estudio o con lo real en una calle de Manila, transmite una belleza extática que le da una sorprendente homogeneidad a la película entera, a pesar de estar ensamblada a partir de retazos de distinta tela.
La de Gomes es una mirada sintética, pero que no por ello esencializa a una Otredad que se suele representar monolítica en la mayoría de las producciones “occidentales”. Entiende bien que los conceptos de Oriente y Occidente no son absolutos sino relacionales, es decir que para que exista uno tiene que existir el otro, uno se construye a partir de lo que el otro no es. Y así se nos legó una idea de un Oriente definido por la exoticidad, por la sensualidad y la inmovilidad. El cine clásico, ese dispositivo que imita en las escenas de ficción, contribuyó en gran medida a perpetuar la mirada orientalista, pero Gomes la relativiza, recurriendo constantemente al registro actual de Vietnam, Camboya, Tailandia y Japón. Este gesto es análogo al de Chris Marker cuando en Sans Soleil eligió oponer Japón no a Europa sino a la Costa del Oro africana, y también (como lo fue el de Marker) se trata de un desafío a las expectativas de la industria cinematográfica, que suele determinar qué es lo que se puede filmar y cómo. Gomes simplemente toma sus herramientas para construir una película contracorriente y obstinada, como la aventura de Molly en busca de su prometido.

Titulo: Grand Tour
Año: 2024
País: Portugal / Italia / Francia / Alemania
Director: Miguel Gomes