Mateus también introduce, de manera sutil pero efectiva, una dimensión política que atraviesa toda la película. La presencia de un joven soldado, desplazado en el tiempo, parte de las resistencias contra el régimen de Salazar, introduce una capa de reflexión sobre las continuidades del autoritarismo y la fragilidad de los logros sociales. No parece casual que Fogo do Vento se estrene en un contexto europeo donde la amenaza de los extremismos vuelve a hacerse sentir; la película funciona como una advertencia poética sobre la necesidad de no olvidar las luchas pasadas. Visualmente, la película es un festín para los sentidos. La textura de la tierra, la luz filtrándose entre las ramas, la cadencia del viento moviendo las hojas: todo contribuye a crear una sensación de mundo vivo, pero al mismo tiempo espectral. Las composiciones de Mateus y Carvalho remiten, por momentos, a la pintura clásica, pero también dialogan con la modernidad en su decisión de mantener los planos abiertos y prolongados. En estos encuadres casi estáticos, la vida palpita con una fuerza contenida, y la belleza de los cuerpos suspendidos en los árboles adquiere un poder casi escultórico. En cuanto a su estructura, Fogo do Vento apuesta por la fragmentación y la evocación más que por la progresión narrativa tradicional. La película se permite largos espacios de contemplación, donde la acción externa se detiene pero el flujo interno de memorias y emociones no cesa. Esta apuesta por un cine más meditativo y sensorial puede desafiar a algunos espectadores, pero también es precisamente lo que dota a la obra de una identidad inconfundible. A diferencia de otros relatos contemporáneos sobre la modernización rural, Mateus evita caer en el miserabilismo o en la nostalgia edulcorada. Su mirada es profundamente respetuosa, pero también crítica: muestra cómo las máquinas, aunque más eficientes, no comprenden el valor simbólico de la tierra, la riqueza intangible que se transmite de generación en generación. Fogo do Vento celebra la dignidad de un modo de vida amenazado, sin caer en el sentimentalismo.