“Un viaje surreal hacia el simbolismo”
Franco Alves
Fishgirl es una obra que desafía las convenciones narrativas tradicionales para sumergirnos en un mundo donde la lógica se diluye y lo simbólico se convierte en protagonista. Desde sus primeros minutos, la película establece un juego de dualidades: rostros duplicados, líneas temporales que se desvanecen y una realidad que constantemente se descompone para dar paso a algo nuevo. Este enfoque no busca ofrecer respuestas claras, sino invitar al espectador a perderse en sus imágenes y reflexiones.
El simbolismo visual de la película es fascinante. A través de elementos como un pez gigante que sigue a la protagonista por las calles o las hormigas que recorren sus recuerdos escritos en cajas de pizza, Fishgirl construye un universo que parece habitar entre el sueño y la vigilia. Estos detalles no solo capturan la atención, sino que también sugieren una profunda conexión entre el mundo físico y el emocional, revelando que la memoria y la identidad están en constante transformación. A medida que avanza, la narrativa fragmentada rompe con cualquier expectativa de linealidad. Escenas que en un principio parecen aisladas se repiten en contextos inesperados, desafiando al espectador a reconstruir la historia desde sus propios significados. Lejos de ser una limitación, esta estructura enigmática se convierte en la fortaleza central de la película. No es una obra que busque ser comprendida en su totalidad, sino que invita a ser experimentada desde la incertidumbre.
La película se despliega como un rompecabezas filosófico. Reflexiona sobre el tiempo, la memoria y la conexión entre los seres humanos y el entorno. Cada elemento visual parece cargado de un simbolismo que trasciende lo literal, sugiriendo que la realidad está siempre entrelazada con lo que no podemos ver. Como si cada imagen fuera una pieza de un mapa estelar, la película conecta elementos aparentemente dispersos para formar una constelación única y subjetiva.
Fishgirl es una obra ambiciosa que no pretende ofrecer certezas. En su lugar, propone una experiencia sensorial y emocional, donde las preguntas son más importantes que las respuestas. Es en esta ambigüedad donde la película encuentra su verdadero poder: desafía al espectador a aceptar la complejidad de lo desconocido, a habitar un espacio donde el sentido es siempre provisional y donde cada visión puede ser reinterpretada. Con su mezcla de imágenes cautivadoras y una profunda reflexión sobre lo intangible, Fishgirl es una invitación a explorar las profundidades de la memoria y el subconsciente, un viaje hacia lo desconocido que, lejos de ofrecer conclusiones, nos deja con la belleza inquietante de la incertidumbre.