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Eternal  (2024), de Ulaa Salim

“Gente blanca hablando entre sí”

Por Sebastián Francisco Maydana

Anita y Elias se conocen cuando son muy jóvenes, divertidos, y con toda la vida por delante. Conectan en seguida a pesar de sus diferencias. Ella es creativa, él analítico. A ella le interesa la música, él está obsesionado con un problema científico que aún no tiene solución. Aparentemente una fractura en el fondo del mar está produciendo diversos efectos en la superficie terrestre y empeorando el “cambio climático”. Por esta razón, cuando a Elias lo aceptan para estudiar en el MIT de Estados Unidos, corre a contarle la novedad a Anita. El problema es que en el mismo momento Anita le comunica que está embarazada. Elias privilegia su carrera y no quiere tener un hijo en aquel momento, decisión que daña la pareja y lo atormenta de ahí en adelante. Veinte años más tarde, Elias, soltero, cumplió su sueño y lidera la expedición para estudiar la misteriosa fractura. Pero todavía perdura la duda de si hizo lo correcto o no.

Eternal adolece de todos los problemas que tiene el cine que se hace por hacer y no para contar una historia. En el fondo terminan siendo grabaciones de gente blanca hablando entre sí de cuestiones poco interesantes. Sobre todo, porque no hay conflictos, o por lo menos conflictos válidos. Se mide la importancia de un conflicto de acuerdo a lo que se pone en juego en cada decisión que deben tomar. Cuando Elias tiene que decidir entre tener un hijo o no, las consecuencias de tener su hijo son apenas tener menos tiempo para estudiar, porque no está en juego ni su viaje a Estados Unidos, ni la salud de la madre, ni hay ningún tipo de impedimento para que todos cumplan sus deseos. Simplemente es una decisión irrelevante para la historia.

Y la trama de ciencia ficción nunca arranca, porque nunca está jerarquizada la misión científica, y de hecho jamás se explica bien de qué se trata o qué puede pasar si fracasa. O si tiene éxito. Más allá de un par de fondos marinos hechos con CGI, Lo más parecido a la ciencia ficción que tiene es la musicalización que plagia alevosamente a la banda sonora que hizo Hans Zimmer para Interstellar (Christopher Nolan, 2014) pero que sólo sirve para poner más en evidencia lo poco épico que es lo que sucede en pantalla. Por tomar un ejemplo de una película que también combina una historia de amor fallida con una trama de ciencia ficción, en Donnie Darko (Richard Kelly, 2001) un conejo gigante le anuncia a Donnie que si no hace algo, en 28 días se producirá el fin del mundo. En Eternal, todo parece indicar que si nadie investiga la fractura el mundo seguirá existiendo tal cual es. Quizás un poco más tibio.

Más allá de los problemas con el guion, hay una cuestión que no se debe dejar de mencionar. Cuando el deseo de Elias de estudiar en el MIT choca contra la realidad del embarazo de Anita (que en una escena anterior manifestó no querer tener hijos todavía, y la razón del embarazo explícitamente se la atribuyen al olvido de ella de tomar las pastillas), es ella la que cede y acude al hospital para interrumpirlo. Allí, la médica le informa que debido a lo avanzado de su embarazo de 8 semanas (?) el tratamiento con pastillas ya no es posible y la única opción es una intervención quirúrgica que (nuevamente según palabras de la médica) la expone a un alto riesgo de sepsis y de sufrir infertilidad crónica. Esto, cuando menos, implica una investigación deficiente por parte de un guionista (el propio director) varón. Pero es más perverso aún porque difunde información falsa sobre un tema delicado tan sólo para acentuar artificialmente el conflicto de una película. Y esto es de una irresponsabilidad enorme.

Titulo: Eternal

Año: 2024

País: Dinamarca

Director: Ulaa Salim

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