Especies de compañía (2023), de Juan Renau

Hay escenas de mucho movimiento, de sostenimiento de sus cuerpos en decaimiento, de fortaleza, de especies de extrema fragilidad de variados orígenes y con una historia de vida diferente, donde también hay una gran evolución, mejoría, perseverancia y oportunidades.

Uno de los grandes aciertos es la inclusión de una forma de narración muy interesante en conjunto a este clima, que es el rol fundamental e imprescindible de los profesionales veterinarios y como abordan la anamnesis del paciente en el proceso de exploración, con el objetivo de recaudar datos relevantes tanto actuales como su historia y sus antecedentes para descartar por medio de estudios la sintomatología actual y declarar de esta manera el tratamiento a seguir. Es reconfortable el trato de los mismos con el paciente, un trabajo fortuito e integral que luego brindará cimientos de esperanza y alivio.

Hay una mirada cálida de finitud subyacente, como los animales integran por completo la vida de las personas, y como este amor desbordado de reciprocidad trasmuta las emociones de sus cuidadores. En esa caricia, en su propia expresión, en todos sus gestos, en el abrazo en el momento preciso o en sus lagrimas. Pero también, y tal vez lo más interesante de Especies de compañía, sea el  miedo al umbral del dolor o a la perdida, la nostalgia y la incertidumbre, que siempre están presentes en cada escena, pero por sobre todo también hay atención, cuidado y esperanza. Un amor genuino donde el lenguaje será diferente, pero en dónde existe un vinculo único que contempla el tiempo en esta maravillosa compañía.