Entrevista a Rogelio Navarro, director de Una ofrenda musical

Por Mauro Lukasievicz

En una película tan personal, y con tantas en la actualidad que se realizan de esta forma, en Una ofrenda musical nos encontramos con otros tipos de mensajes y sensaciones, muy diferentes a la tristeza generalizada ¿cómo pensaste el cortometraje y cuando te diste cuenta que en todo lo que te estaba pasando había algo para contar?

Hay algo que sucede con las enfermedades poco frecuentes, los tratamientos y ensayos clínicos para tratarlas, y es que todo avance, retroceso o síntoma es un dato de utilidad para la comunidad médica. Uno atraviesa entonces una experiencia particularísima, que a su vez está mediada por decenas de formularios, encuestas e investigaciones que tienden a lo contrario: a la homogeneización de los pacientes en tanto son eso, pacientes, y su experiencia contribuye a la estadística. Filmar todo lo que me iba sucediendo fue una forma de reafirmar mi particularidad, de remantizar esas prácticas alienantes del sistema médico. Claro que al principio no lo pensé así, fue más intuitivo. Filmar era una forma de poner distancia, de pasar el rato: pensar mis internaciones en términos de encuadre era más divertido, más amigable y sobre todo, era algo que me resultaba familiar en ese entorno desconocido. Compartir esos procesos -filmar, estar enfermo- con mis amigxs, fue lo que me animó de a poco probar con estos materiales.

La película tiene un ritmo vertiginoso que solo se contrasta con el comienzo, parece un punto de largada en el sentido de la calma que precede la tormenta  ¿Porque decidiste narrar de esa forma tan hiperactiva que mantiene al espectador sin poder dejar de mirar la pantalla por un segundo?

Aquí otra vez operó la intuición. Siempre todo lo que filmo termina inscribiéndose en una lógica más bien rizomática. En este caso puntual, sentí que este ritmo acelerado me alejaba de mi mayor temor al tocar estos temas: la solemnidad. Hay algo de ese frenesí que permite que la película rebase sus propios temas y se lea como un todo, en donde la enfermedad es solo una parte que convive con los viajes, los romances, las canciones, los vínculos.

"Filmar todo lo que me iba sucediendo fue una forma de reafirmar mi particularidad, de remantizar esas prácticas alienantes del sistema médico"

Ante una historia de índole tan personal y en la cual las situaciones claramente no son controlables ¿cómo fue ir armando la historia en el día a día desde lo personal?

Primero vino el registro compulsivo de todo, que es una dinámica que tengo muy arraigada. Todo eso que filmo es una especie de campo semántico con materiales muy diversos, pero casi todos son tomas directas, espontáneas. Guardo todo ese archivo en muchos discos rígidos y suelo enfrentarme, justamente, al asunto de la acumulación. En este caso tuve varias limitaciones, desde los espacios en los que filmaba, muchas veces a escondidas o con limitaciones de movimiento, hasta los discos rígidos que pude trasladar a un viaje en donde terminé de editar. Todo eso configuró algo así como un ejercicio oulipiano en donde las restricciones me ayudaron a delimitar formas y temas.

 

¿Cómo fue la participación del resto de las personas y el acompañamiento en general por fuera de ella?

Esta película está tan cerca mío que fue bastante orgánico cómo llegaron mis amigxs y familia a participar. Son protagonistas de mis registros y me ayudan con los rodajes y la edición porque son, básicamente, a quienes quiero tener cerca y con quienes me gusta trabajar. Este corto fue un acontecimiento un tanto inesperado en medio de la finalización de un largometraje que estoy haciendo con las mismas personas.

 

¿Te encontrás trabajando en otros proyectos?

Con el mismo equipo que el de Una ofrenda musical, estoy terminando mi primer largometraje. Abarca un universo mucho más vasto que el de este corto pero que se construye con los mismos materiales y opera del mismo modo: con el archivo de todo lo que filmé en los últimos diez años. Hay desde una ficción que nunca terminé, que tenía a Rosario Bléfari como protagonista, hasta algunos momentos que compartí con mi tía Beatriz, que limpiaba la oficina de Ingmar Bergman allá por los ochenta y volvió a vivir a Argentina luego de cuarenta y dos años.

Titulo: Una ofrenda musical

Año: 2023

País: Argentina

Director: Rogelio Navarro