El Mal Menor (2024), de Marcos Montes de Oca

La costa patagónica es antes que nada un paisaje en movimiento. Pero una casa no se puede mover, y por eso Nadia tiene que tomar una decisión antes de que sea demasiado tarde y el médano termine por fagocitar su hogar. Por eso todos se tienen que ir, aunque algunos pobladores se resistan a la idea. “No podemos controlar la naturaleza”, advierte una vecina, y es ese fatalismo el que atraviesa a Nadia y que la enfrenta con la quietud de lo humano, con lo trivial de la existencia propia frente a lo inmanejable del universo. Nadia se mueve entre la angustia y la resignación. El viento deshace una duna, pero sólo para formar otra duna un poco más allá. No se puede controlar la naturaleza.

Una película del sur no tiene por qué hablar del viento (también puede hablar del universo). Pero no puede no estar. Y no se puede doblar. No hay atajo posible, no hay biblioteca de sonidos pregrabados que permita replicar el ambiente de aquel lugar. El mal menor es una película auténtica porque observa y escucha. Sin apuro, lo que haga falta hasta encontrar esos sonidos y esas imágenes que realmente pertenecen al lugar, que lo hacen ser ese lugar y no otro, no cualquiera. La fotografía es precisa, atenta, siempre detrás de una belleza implacable que transmite con maestría. Y va más allá, El mal menor tiene el mérito de lograr que algo que no se ve sea un elemento narrativo central, el que fuerza a los personajes a actuar y a encontrarse: en medio de una tormenta de arena, en una asamblea para ver qué hacer con los médanos, o en un acantilado justo antes de que suba la marea.

Si el sonido construye un territorio, la imagen le da forma. Los planos generales revelan que la escala del mundo no es la de las personas. La subjetiva de un cuatriciclo que se pierde entre los médanos y que da vueltas en círculo sin ir a ningún lado, que no hay salida. Los planos mal llamados vacíos están plenos de movimiento. Y así, una película sobre la incapacidad humana frente a lo inexorable está en realidad llena de transformaciones.