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El fulgor (2021), de Martín Farina

El fulgor (2021), de Martín Farina

“Adiós a la carne”

Por Candelaria Carreño

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El desglose de traducir en palabras desborda, como un significante vacío, la posibilidad factible de (d)escribir sobre aquello que vemos en pantalla. Quizás, intentar describir El Fulgor, sea reducirla. Podríamos decir que es un relato onírico de lo que sucede antes y durante los carnavales. Podríamos decir que es una especie de relato mítico, del joven que se encuentra en el bosque, una especie de semidios báquico que llega para festejar los placeres y la abundancia. Podríamos decir que es el esténtor dionisiaco, el espasmo de desenfreno de un joven que vive de la faena, en el campo, que amanece cuando el sol empieza a salir, que arrea las vacas, y que vive la noche de los carnavales. Podríamos decir que es la historia, de encuentros y desencuentros entre estos dos personajes. También, que hace foco en la preparación de cuerpos que, por una noche, se convierten en algo más, untados de brillos, plumas, glitter, maquillajes. Cuerpos de hombres: el universo de lo masculino, reiterativa temática en la prolífica filmografía de Farina. Casi esculpidos a mano, primeros planos a los músculos trabajados de los pasistas de las comparsas, la paciencia con la cual se ayudan, para vestirse y convertirse, disfrazarse, ser otros, por una noche. Podríamos decir todo eso y, sin embargo, las palabras no estarían al alcance de lo se construye en el largometraje. Sobre todo, porque el relato se establece desde los cuerpos. No hay mediación de la palabra, existe sólo como murmullo que susurra, como relato fuera de campo sobre el carnaval, aquel espacio suspendido del tiempo donde la comunidad despunta, entre música, alcohol, y baile, los placeres del cuerpo – o mejor, la carne–. Los primeros planos a la faena de entrañas que suceden al comienzo del film, que registran los rituales masculinos característicos de la cotidianeidad del campo, sólo pueden analizarse poéticamente junto a los primeros planos de los cuerpos en preparación para el festejo, por la construcción estética que el entramado de imágenes produce. El recurso de los primeros planos a los rostros de los protagonistas, se entremezcla con el uso del blanco y negro y el uso del color, generando una construcción donde la fragmentación de la imagen predispone a la no progresión lineal del relato.  Completa la enajenada estética del film – donde no importa de cuál comparsa se trata, ni en qué ciudad entrerriana se filma, sino más bien pareciera querer construir una especie de relato universal– la música original pensada y elaborada para la película, que acrecienta su momento cúlmine a través de la efusividad rítmica y vibrante, con reminiscencias allá Tchaikovsky, a medida que la noche del carnaval se acerca. La utilización de este recurso, deviene en la profundización del extrañamiento, esa connotación que se vuelve misteriosa, lindante con lo siniestro, que desencaja de lugar aquello que debería ser cotidiano, como si el sonido estuviera a completa disposición de producir ese efecto. El sonido del campo, el bufido de los animales, los mugidos de las vacas, la presencia de la animalidad y la relación de estos con los seres humanos que habitan la imagen se hace presente a través del sonido. El tratamiento sonoro, sumado a la ausencia de todo diálogo, acrecienta el halo de no racionalidad en el que transcurre el largometraje. El contraste que produce hacia el final las Coplas para el caballo que muere, en la voz del Cuchi Leguizamón, generan el contraste necesario para que cualquier oído desprevenido, lo note: la inclusión de la palabra hablada, y el sonido que produce, están por fuera de todo relato del film. 

Cuerpo, carne, fiesta. La palabra deseo aparece, como un coletazo que las apaña a estas tres, o las pone en tensión para hacerlas estallar. Universos masculinos que repiten rituales, cuerpos que se preparan. La tarea de escribir sobre películas conlleva, de manera implícita, una traducción de lenguajes que, en algún punto, se vuelve irreductible. El Fulgor es una película que nos pone de frente ante esta imposibilidad final entre las palabras y las cosas: es una película que solo puede verse y oírse. El resto, será aproximar palabras, posibles descripciones, ante el fulgor estentóreo de los sonidos e imágenes. 

Titulo: El fulgor

Año: 2021

País: Argentina

Director: Martin Farina

 
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