El cambio de guardia (2024), de Martín Farina

Si hay algo que al documental del realizador Martín Farina no le falta es idiosincrasia argentina/porteña. En tiempos donde la extranjerización hasta de los modos de contar está cada vez más exacerbada, encontrarse con un registro que absorbe en cada plano destellos de rasgos locales merece, al menos, cierta admiración. El cambio de guardia al que alude el título refiere a la ceremonia anual del Regimiento Patricios que sucede frente al Cabildo. Allí, como un ritual (otra palabra en desaparición), vuelven todos los años un grupo de amigos y ex soldados ya jubilados a rememorar y ser espectadores de un momento especial para ellos a lo largo de su historia.

Esa historia, la de estos amigos, se cuenta en cada escena y en cada diálogo, porque ellos funcionan más como manada que como individuos, y allí es donde Farina pretende también poner un foco de tensión. Frente a esa grupalidad y amistad también hay diferencias ideológicas que algunos están más dispuestos a sortear que otros. No es un dato menor que los siete amigos se hayan conocido hace cuarenta y siete años en la colimba durante el golpe militar de 1976. El director no utiliza este dato solemnemente, pero sí muestra cómo ese origen también es fundador de los vínculos que construyeron y cómo cada uno fue marcado por esta situación a su manera (invisibilizando gran parte de su crueldad uno, otro afectado emocional y psíquicamente, otro repudiando las atrocidades cometidas por el terrorismo de Estado).

Farina no se regocija en profundizar las diferencias, sino, por el contrario, y también como una posición ideológica, elige mostrarlos unidos: tanto en sus disensos como en sus momentos de alegría, de emoción, de nostalgia o reflexión. Aprovecha los ratos de humor que esas discusiones manifiestan y registra las risas, los gestos de confianza y camaradería, las palabras que cuentan una historia de amistad más que las que la deshacen. Cuando Juan, después de tres años, reaparece en los encuentros grupales, se enoja con su amigo “de izquierda” porque según él, su pensamiento “atrasa”. “¿Cómo vas a votar a Macri siendo pobre?”, le replica el otro, y a partir de ahí (y como montando una escena cómica) todos hablan encima de todos defendiendo una u otra posición. Mientras hacen un asado o comen un salamín con vino tinto, el realizador consigue abordar temas universales como el paso del tiempo, la vejez, las ausencias, el trabajo y la “grieta” política.

Sin embargo, y como se mencionó al comienzo, El cambio de guardia también es un documental con una impronta muy local: la Historia argentina es una referencia obligada para poder apreciar la película cabalmente y, aún más, el gran ritual que significa “comer un asado” para cualquier persona que viva en Argentina. No le hacen falta al documental recursos para exacerbar el drama o la comedia, porque parece afirmar, sin explicitar, que vivir en este país ya otorga todos los condimentos necesarios para que ambos registros convivan, como en la amistad.