“La disolución de lo real”
Por Mauro Lukasievicz
En Armand, un poderoso drama psicológico, la historia sigue a Elisabeth, una mujer atrapada entre su pasado turbulento y los conflictos de su presente, donde lo real y lo imaginario se fusionan en una narrativa absorbente. Convocada al colegio de su hijo tras un incidente inquietante, Elisabeth se enfrenta a un entorno cargado de tensiones familiares y juicios velados. Lo que comienza como una reunión escolar se transforma en una confrontación sobre las emociones reprimidas, los secretos familiares y los prejuicios que cada personaje trae consigo.
El recurso surrealista emerge como un acierto absoluto en esta historia, elevando lo que podría haber sido un drama convencional hacia una exploración profunda de la psique de Elisabeth. Las secuencias oníricas y simbólicas capturan el caos emocional que la rodea y nos permiten adentrarnos en los pliegues de su mente. Este uso de lo surrealista no solo añade intensidad visual, sino que también ilustra su fragilidad psicológica y sus conflictos internos de una manera que sería imposible lograr desde un enfoque puramente realista. Uno de los momentos más potentes de la película se da en una escena de danza imaginada, una expresión casi visceral del conflicto emocional que la consume. En esta secuencia, el film abandona la lógica narrativa tradicional y nos sumerge en un espacio ambiguo, casi ritualístico, donde las fronteras entre la realidad y las fantasías de Elisabeth se disuelven. Es aquí donde las emociones no resueltas y los recuerdos dolorosos se vuelven palpables, permitiendo que el espectador experimente el peso de su carga emocional. A medida que el relato avanza, las transiciones entre lo real y lo onírico desorientan y fascinan a la vez, manteniendo al espectador en un estado de incertidumbre que refleja la mente turbulenta de Elisabeth. Estos momentos simbólicos transforman el colegio en un espacio psicológico y claustrofóbico, un eco de sus ansiedades y traumas. La atmósfera de tensión y la estética sombría no solo reflejan su inestabilidad, sino que también intensifican el conflicto latente entre los personajes, un choque que desata las complejidades de la culpa, el duelo y la verdad.
Armand es una invitación a vivir la perspectiva distorsionada de su protagonista y logra que nos cuestionemos constantemente su percepción de los hechos, explorando temas profundos sobre el dolor y las percepciones ambiguas. Esta estrategia narrativa, lejos de ser una simple adición estilística, es la que define y enriquece la película, que encuentra un lenguaje capaz de transmitir la densidad emocional y la intrincada psicología que atraviesan sus protagonistas.
