A Woman Escapes (2022), de Sofia Bohdanowicz, Burak Çevik, Blake Williams
“De las correspondencias y las formas”
Por Candelaria Carreño
Audrey Benac lo avisa, como indica la cita de los intertítulos al comienzo: “La siguiente historia es en algún punto cierta, la presento tal como sucedió, con adornos”. En la última entrega del personaje altereguico creado por Sofia Bohdanowicz, vemos a Audrey en París, en el mismo departamento de su amiga recientemente fallecida, Juliane, a quien filmó en Maison du bonheur (2017). Triste, solitaria, pasa las horas entre la casa y las calles de la capital francesa. Recibe un paquete de un tal Blake: una cámara 3D. A woman escapes (Sofia Bohdanowicz, Burak Çevik, Blake Williams, 2022) en realidad se compone de una serie de correspondencias entre Sofia Bohdanowicz, Blake Williams y Burak Çevik. La encargada de hilar esa correspondencia triangular, y a quien vamos a ver más tiempo en pantalla, es a Audrey. Confusa, alejada, triste. Recién en los planos finales, esboza una sonrisa. Como en Punto y línea sobre el plano (2020), la historia que le interesa contar a Bohdanowicz está atravesada por la experiencia personal, duelando amigos que se fueron, reflexionando sobre los recueros y la memoria, poniendo a Deragh Campbell como protagonista de su propio yo caleidoscópico. Esta vez, la acompañan – o más bien avanzan con ella– los dos directores anteriormente mencionados.
La historia es algo cierta, con adornos. La frase es una cita directa a A Man Escaped (1956), película de Robert Bresson que funcionó, efectivamente, como el escape que permitió a Bohdanowicz poder comenzar la correspondencia, empezar a plasmar en imágenes, procesar todo aquello que estaba viviendo y que atraviesan de forma conjunta los tres directores. El diseño de los intertítulos, a modo de diario, genera el tono intimista necesario para comprender esta situación. Sin embargo, ninguno va a exponerse abiertamente. No lo necesitan: a través de sus imágenes y reflexiones, comprendemos en silencio, y acompañamos a medida que visualizamos el largometraje.
Los adornos que Audrey menciona al comienzo, son más bien ornamentos estructurales, que componen la compleja narrativa que da forma al film. Las cartas se superponen, nos pasean por diferentes zonas geográficas, pero también nos pierden, quedamos deambulando, intentando descubrir emisor y receptor, que, como un entramado superpuesto, se van a tocar entre sí para dar forma al tapiz final. Cada correspondencia se vuelve más compleja en su mensaje, ya que van a ser retomadas de manera intermitente por cada uno de los directores,. como propias. Dibujan diagramas cartográficos para ubicarnos en su narrativa, utilizando formatos diferentes, que no siempre corresponden en autoría a quien está narrando. 16 mm, 4K, imágenes 3D, exploraciones previas de cada uno de ellos, que se ponen a disposición en la construcción del diálogo epistolar que generan. Y con esto, también, seguimos reflexionando junto a Bohdanowicz sobre el dispositivo cine: la única forma de poder visualizar la experiencia completa de A Woman Escapes, es en una sala, ya que la utilización de cámaras en 3D, así lo exige. Varios planos del film son estereoscópicos, y van a estar identificados con dos puntos de color en la esquina inferior derecha de la pantalla. Hay algo, entonces, que se nos escapa. Esas imágenes hápticas, nos recuerdan constantemente que estamos viendo algo de manera parcial. Una vez más en las propuestas fílmicas de la directora canadiense, lo que se pone en jaque es al dispositivo cine, invitándonos nuevamente a volver a las salas, al acto primigenio del origen cinematográfico, esta vez en diálogo con nuevas tecnologías. En la sutileza de las imágenes que proponen con sus correspondencias –reflexivas, transparentes, meditativas, con capas superpuestas–, parece que este concepto se solapa, pero al fin y al cabo, es un film que sugiere: el cine no ha muerto, aún podemos reinventar muchas de sus formas. Cuando Audrey regresa a su casa, hacia el final, uno de los directores narra una visita a una exposición y cuenta sus impresiones como espectador de la muestra mientras un plano fijo filma una ventana. No sabemos bien cuál de ellos es, y en el compendio coral que van diagramando a medida que avanza la película, tampoco importa. La ventana es rectangular, por detrás vemos unos árboles flacos, puro invierno. Los haces de luz que por ella empiezan a penetrar –como si intermediara la figura de un prisma, un talismán– se vuelven luces de un proyector que aumenta su potencia, hasta desaparecer por completo la referencialidad e inundarnos a nosotros mismos con una proyección lumínica. ¿Qué ventana abierta al mundo propone el cine de hoy? ¿No es, entonces, una reflexión sobre las formas mismas del lenguaje cinematográfico? Por si no quedaba claro, todas estas imágenes, deben observarse de manera estereoscópica, así lo aclaran los dos puntitos de color en la esquina inferior de la pantalla.
Zen for Film (1964), de Jam Jun Paik, es la segunda referencia directa del largometraje; una pieza de 8 minutos de duración que avanza a medida que expone el fílmico, una superficie blanca, despojada de toda referencia, que solo proyecta el polvo, las huellas de la película dañada, una especie de “anti-película” que invita a reflexionar sobre la posibilidad de representación de la imagen. Elíptica, circular, A Woman Escapes se conforma de pasajes oníricos, reflexiones, intimidades y citas. Sus planos y narrativa nos arrojan a una reclusión necesaria e introspectiva, para adentrarnos en el ambiente de la película, acompañando el proceso de sanación y transformación de los tres directores, que, entre susurros y sugerencias, no solo se narran a ellos mismos, sino que también despliegan y reflexionan alrededor de las formas cinematográficas.
Titulo: A Woman Escapes
Año: 2022
País: Canada
Director: Sofia Bohdanowicz, Burak Çevik, Blake Williams