Wondrous Is the Silence of My Master, el segundo largometraje de ficción del director croata Ivan Salatić, establece su clave de lectura desde el comienzo. Las imágenes que presentará, dice en una leyenda sobreimpresa sobre una fotografía fija, son el resultado de un ejercicio transpositivo realizado a partir de unos misteriosos manuscritos difíciles de “descifrar, entender o clasificar de algún modo”. El individuo que escribió estos textos es uno de los protagonistas del film y lo que inicia luego de esta placa es un complejo juego de relatos dedicado a reflexionar sobre la construcción de un mito heroico.
Interpretado por Marko Pogačar, Morlak es un líder del siglo XIX, un poeta y un guía espiritual de magnitudes mitológicas que sostiene, desde su residencia en las colinas de Montenegro, a una débil tribu asediada por los turcos. Por él, se resiste, se cortan cabezas y se espera con la frente en alto una inminente invasión que, indefectiblemente, lo arrasará todo. Sin embargo, momentos antes de la tormenta, el maestro cae enfermo y abandona sus dominios para ser tratado en Nápoles junto a sus dos hijas y su admirado Djuko, un joven sirviente personificado por Luka Petrone que ve en su maestro a un dios en la tierra. Así, rodeado por una cultura extraña que escuchó solo ecos de su leyenda y un servidor sacudido por el derrumbamiento de lo sacro, Morlak se refugia en las comodidades del sur de Italia y espera, temeroso, su muerte.
Es durante este largo interregno que Djuko comienza a narrar los últimos días de su líder. A pesar de su analfabetismo funcional, y movido por un instintivo reconocimiento de que solo el relato es capaz de salvar a un héroe vencido, escribe una historia paralela que rectifica aquello que ven sus ojos traicionados. De esta empresa surgen los misteriosos manuscritos a los que hace referencia la placa inicial del film, aquellos sobre los que se construye la narración. El reconocimiento de su gestación en la ficción actúa retrospectivamente sobre la particular propuesta estética de Salatić que, desde el comienzo, presenta escenas marcadas por lo fragmentario, inconexo y estático de la puesta, cual ensombrecidos tableaux vivants que descubren una tragedia en su montaje sucesivo. Así, de forma simultánea, la escritura enrarecida que elabora el director se fortalece con la profundización del conflicto interno de Djuko y éste adquiere profundidad únicamente a través de esta aberrante sintaxis fílmica.
Wondrous Is the Silence of My Master no comprende el relato heroico como engaño, sino como única verdad posible. El liderazgo de Morlak es admisible a través de la mirada enamorada de aquellos que ven en él a un distinto. Y solo mediante su relato mitológico es que sus seguidores son capaces de sobrevivir. Si todas las ranas croan antes de la tormenta, su diferenciación no nace de esta naturaleza particular sino de aquello que dejan soñar sus silencios. Qué es producto de la mirada deseante y qué del terreno de la acción, qué forma parte del mito y qué lo desborda, son cuestiones que exceden a una película que pone su foco en la potencia creadora de un líder y en las condiciones que lo hacen posible.
