“Único e irreplicable”
Por Ivan Garcia.
Nada parece librado al azar en el cine de Pedro Costa. Cada milímetro del encuadre, cada objeto, cada rayo de luz que aparece (o que falta) significa. Cada mirada de estos actores y actrices que viven en este otro mundo de claroscuros, que nos es ajeno a nosotros pero no a ellos. Vitalina Varela sigue esta tradición, esta minucia estética que revaloriza a las personas del Lisboa marginado, que lleva profunda luz a rincones de profunda oscuridad.
El argumento versa sobre la llegada a Cabo verde de Vitalina, tras la noticia de que su esposo está cerca de morir. Al llegar encuentra con que éste ya ha fallecido, y ella deberá reconstruirse en aquel lugar perdido, olvidado. El retrato de la miseria y los bajofondos suele ir de la mano con un trabajo estético naturalista. Los cineastas se esfuerzan por recrear la jerga, el lenguaje, vestimentas y privilegian la cámara en mano, el movimiento y el estilo documentalista para tratar de generar esa sensación de desaparición del intermediario: “esta realidad es dura y existe, es como te la muestro”. Costa sin embargo camina por la vereda opuesta, se aleja de estas representaciones. Busca el formalismo, el trabajo pictórico clásico que nos trae a esta otra realidad de una manera única.
Los actores son aquellos que ya lo acompañan en producciones anteriores, y lo mismo el estilo, muy similar a Cavalo dinheiro. Vuelven Vitalina y Ventura. Es que aquí también hay cierto documentalismo en tanto que se parte de la realidad y se genera ficción para volver a la realidad. Las actuaciones de estos dos son monumentales y un punto aparte. Con cada mirada y expresión, potenciadas por la cámara ávida, transmiten la angustia y el desasosiego de aquellas personas alcanzadas por la tragedia, que deben convivir con ellas y sus fantasmas cada día. Ventura es un párroco que encuentra su iglesia cada vez más vacía y a la gente cada vez más alejada de la esperanza o la comunidad, y no puede evitarlo.
Los espacios que se presentan potencian este trabajo estético, Vitalina Varela se mueve, o mejor dicho transcurre, en callejones y cuartos vacíos o de gente quieta, reflexiva, abandonada. Esta configuración habla de cómo hacer presentes las ausencias, evocando no el pasado sino lo faltante. Nunca vemos al esposo de Vitalina, sino una mancha en las sábanas, unas palabras perdidas. Sin embargo ese sentimiento de vacío permea toda la obra.
Por momentos parece difícil explayarse mucho más sobre este tipo de obras que merecen más ser experimentadas, o sentidas, antes que analizadas, como diría Bresson. Por el momento queda claro que Pedro Costa es uno de los directores con la noción pictórica y estética mejor desarrollada del cine de hoy, y la manera en que conjuga lo clásico, lo solemne y ominoso con la realidad y el día a día de los marginados es algo único e irreplicable.
Titulo: Vitalina Varela
Año: 2019
País: Portugal
Director: Pedro Costa