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Violencia love (2020), de Sol Zurita, Cabri Lynch y Iña-ki

“La violencia está en nosotros o no está”

Por Miguel Peirotti.

Ahí va la poeta Juana Bignozzi por el espacio: “Los poetas al morir si no se defienden quedan en las manos que siempre despreciaron”. Bignozzi, sus palabras, aparecen fugazmente en la coda del cortometraje Violencia Love pero la violencia en este trabajo podría ser no tildada de poética si se aprecia desde lo estanco o el clasicismo (tradicionalista, no romántico). Es público que el prestigio del festival Asterisco fundamenta sus bases en visibilizar lo “anómalo” y lo “prohibido”. Van comillas en ambos adjetivos para detentar el poder de permanencia de las tradiciones estéticas y morales que subsisten en la burguesía programadora que es mayoría en los festivales de cine, mejor, entre los directivos responsables de los festivales de cine, porque los programadores son los primeros que embisten contra el amordazamiento anti-moderno para el que algunas veces trabajan; el conservadurismo conserva sus tentáculos de influencia. Son contados con los dedos de un puño cerrado los espacios de este tipo que abren la compuerta de lo diferente. Compuerta, no puerta, puerta es insuficiente: el caudal de cine estéticamente transversal o subversivo que se hace en el planeta es grande y quizás mayor que el de los caminos del canon.

De todos modos la cita de Bignozzi no resulta descolgada en tanto la violencia sí puede ser poética así como la poesía perfectamente puede exudar crispación e ímpetu, características no asociadas a la poesía desde el lugar común de asimilación de lo poético: lo suave, lo tierno, lo sublime, lo sutil, lo bucólico, lo romántico, lo sensible, lo etc.

Tres personas se hacen cargo de esta película que es más bien un esfuerzo colectivo de cachetazos, arañazos y trompadas envueltas en un marco de sometimiento y humillación ritualista lindante con el bondage pero con un bondage, para empezar, basado en la movilización de los cuerpos y no en su inmovilización, un bondage “activo” más cercano a una versión sucia de las raves que filman las hermanas Wachowski que a una película de trompadas de Walter Hill. Cero virilidad canónica aquí. Cero de casi todo lo que entendemos por “cine violento”. Para empezar, la distinción genérica de les protagonistas (el artículo en inclusivo: pertinente hasta lo inevitable) es borrosa y por ello este detalle es moderno (cuando terminemos de integrar la fluctuación de los géneros en nuestra sociedad, pasará a ser clásico): no solamente nudillos golpean pómulos o uñas arañan labios; les integrantes de este club de la pelea que riña como gallos y rima con sangre son una pequeña agrupación de seres sensibles que entienden que la provocación anida en el mismo espacio público que comparten familias, niños y skaters: parques urbanos que a la noche se camuflan en ring clandestino de una liturgia una, dos… ultraviolenta y callejera que refleja la agresividad que nuestra sociedad, la Argentina, fomenta hasta la saciedad desde sus contradicciones sociales, sus énfasis triviales y sus ordenamientos verticales.

Siempre han existido estudios sobre la violencia en el cine, siempre han sido resistidos por la Internacional de la Doble Moral y el público siempre ha (a)percibido de manera contradictoria las películas hechas con esta intención y se ha acercado a ellas con toda aquella carga de hipocresía y sobreactuación jurídica, porque el objetivo final de esta escandalosa relación es en cualquier caso dejar el estatus quo bajo un manto de cemento y que los que vengan se las arreglen con este lío. La existencia de Asterisco permite abrir la vía de los nuevos y raros cines peinados, cines que (a)bordan cuestiones básicas como estas, esas espinas molestas que un sector del hábitat humano argento todavía (quizás siempre lo haga) insiste en relegar al confín de lo inexplicable, como si Adán y Eva hubieran ocurrido hace unos meses.

Titulo: Violencia love

Año: 2020

País: Argentina

Director: Sol Zurita, Cabri Lynch y Iña-ki

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