“Los que nunca ganan”
Por Martín Haczek.
El cine contemporáneo propone cada vez más casos donde los registros característicos del cine documental y la ficción se entremezclan, dando lugar a películas mixtas, donde las categorías tradicionales no terminan de explicar la organización del material fílmico y sus vínculos con la realidad. Victoria (2020) de Homer Etminani se mueve entre esos terrenos. Mayusa, su protagonista, es una ex militante de las FARC-EP que intenta sobrevivir a su nueva vida tras el cese al fuego producto de los acuerdos de La Habana entre la guerrilla colombiana y el gobierno de Santos. Con una hija pequeña y otra por venir, hace lo posible para reacomodarse a una nueva cotidianeidad tras una biografía signada por su participación en el largo conflicto armado. Las escenas que involucran al personaje fueron rodadas a modo de ficción, pero Victoria contó (como anuncia el propio film antes de comenzar) con la participación de ex combatientes del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación Amaury Rodríguez, locación donde se realizan varias de sus acciones.
Quizás una de las particularidades más llamativas del film es el uso del sonido ambiente. Los pocos diálogos que aparecen a lo largo de sus setenta y cuatro minutos apenas resultan audibles; sea por el crepitar del fuego en el campamento de las FARC, por las voces de chicos jugando al futbol o el grillar de la selva caribeña; o por los ruidos de los espacios urbanos: la muchedumbre que puebla las calles y sus conversaciones vueltas ruido sobre autos que frenan y tocan bocina. Las conversaciones son siempre un pequeño susurro que apenas se distingue de los sonidos ambientes que marcan la presencia de los espacios donde se desenvuelve la protagonista.
Por otro lado, la discontinuidad narrativa de Victoria permite repensar las relaciones entre los sujetos de la historia y los contextos que los determinan. Sería difícil hablar de un documental sobre el proceso de paz entre las FARC-EP y el Estado Colombiano tras los Acuerdos de La Habana. El objeto central del film no es el contexto, a pesar de que esté presente de forma explícita o implícita en cada una de las escenas. Pero a la vez, los distintos fragmentos que componen la película, con la protagonista como principal eje articulador, tampoco permiten pensar en un film que exponga las particularidades de la coyuntura histórica a través de sus efectos en un sujeto. Se trata, más bien, de retazos de un presente atravesado por un pasado fantasmagórico, donde todo futuro se vuelve difuso e inimaginable: un pasado que ancla al presente en la lucha constante por sobrevivir, no ya a los conflictos armados con el Gobierno, sino a las condiciones de vida a las que fueron lanzados los ex guerrilleros luego del proceso de “pacificación”. Entre esos dos tiempos se mueve tanto el film como su protagonista.
El único conjunto de escenas que escapa al quiebre de la linealidad narrativa es la secuencia en la que Mayusa intenta vender las armas que había usado en su época de combatiente. Se trata de cuatro escenas desparramadas meticulosamente a lo largo de la película en las que desentierra, limpia, consigue el lugar donde venderlas y finalmente se dirige a hacerlo. Ellas contienen, en algún punto, la clave del trayecto de la protagonista: deshacerse del pasado para sobrevivir en el presente y, así, garantizarse un futuro para ella y sus hijos.
Luego de haber recibido el premio a la mejor película latinoamericana con Inmortal en la edición 2016 del BAFICI, el cineasta iraní radicado en Colombia vuelve mezclar documental y ficción para adentrarse en el largo conflicto armado que envuelve al país caribeño. La pregunta sobre los modos de observar la realidad se desprende casi como una obviedad: ¿cómo mirar aquello que a los ojos de un europeo o norteamericano sólo es asimilable a un libro de historia o una serie de Netflix? Como uno más de los episodios legendarios y algo delirantes que García Márquez enumeró en su discurso de recibimiento del Premio Nobel, el conflicto armado en Colombia, y sus consecuencias, aún intervienen sobre la vida de miles de latinoamericanos. Pero, a diferencia de las ficciones primermundistas, los protagonistas no siempre salen ganando.
Titulo: Victoria
Año: 2020
País: Colombia
Director: Homer Etmimani