Urbanismo, memoria y violencia estructural. Sobre Todo documento de civilización

La ciudad no es solo un espacio construido, sino también un espacio político, donde cada esquina, cada documento y cada mapa contiene las huellas de quienes han sido silenciados.”

Por Laura Santos

Todo Documento de Civilización, de Tatiana Mazú González, es una exploración profunda y crítica de cómo el urbanismo y las instituciones participan activamente en la perpetuación de la marginalización social. La película no es una simple narración de hechos ni se conforma con documentar una tragedia particular. En su lugar, se utiliza para revelar cómo la estructura física de la ciudad y sus sistemas burocráticos contribuyen a invisibilizar y excluir a ciertos sectores de la sociedad. Desde el inicio, la película establece una distancia notable entre la imagen y el sonido, un recurso que la directora emplea de forma deliberada para representar la desconexión entre las experiencias personales de los marginados y la aparente neutralidad de los espacios urbanos. No es casual que la directora recurra a documentos históricos, mapas y registros oficiales. Estos elementos, en apariencia anodinos, se convierten en testigos silenciosos de un sistema que normaliza la exclusión y la violencia estructural. Un plano arquitectónico de la Avenida General Paz, fechado en 1936, aparece como una pieza clave en esta narrativa visual, un símbolo del control y la planificación que define quiénes tienen derecho a la ciudad y quiénes quedan relegados a sus márgenes.

Tatiana Mazú González no utiliza estos documentos para ofrecer una simple contextualización histórica, sino para exponer cómo la planificación urbana está intrínsecamente ligada a la distribución del poder y la desigualdad. Las avenidas, las esquinas y los barrios periféricos que aparecen en pantalla no son meros escenarios; son espacios cargados de significado político, configurados para perpetuar la separación entre el centro y la periferia, entre quienes son visibles y quienes permanecen ocultos. En este sentido, la película se convierte en una herramienta de excavación crítica, una manera de desenterrar las historias que el urbanismo oficial intenta enterrar bajo capas de asfalto y burocracia. El enfoque en el urbanismo no es una elección inocente. En lugar de centrarse exclusivamente en la historia personal de Luciano Arruga, un adolescente desaparecido y asesinado por la policía tras negarse a colaborar con ellos, se amplía el alcance de la película hacia una crítica más amplia del entramado urbano y social que permitió esa desaparición. La ausencia de Luciano no es solo la ausencia de un individuo; es la ausencia impuesta por un sistema que despoja de derechos y oportunidades a quienes nacen en los márgenes. La ciudad, con sus líneas, intersecciones y límites, se convierte en una representación física de esa exclusión. Los planos fijos de calles, semáforos y terrenos baldíos no solo documentan un paisaje urbano; funcionan como metáforas visuales de un sistema que convierte a ciertos cuerpos en desechables. La elección de estas imágenes, combinadas con la ausencia de una voz en off explicativa, subraya la intención de dejar que el espacio hable por sí mismo, que revele las historias ocultas que contienen sus esquinas y cruces. La ciudad, en este sentido, es tanto un escenario como un personaje que encarna la violencia estructural.

A lo largo de la película, la directora establece un diálogo constante entre lo visible y lo invisible, entre lo que la ciudad muestra y lo que oculta. Los documentos catastrales, los mapas de urbanismo y las imágenes de archivos oficiales se yuxtaponen con registros de manifestaciones, graffitis y fotos de reuniones comunitarias en honor a Luciano. Esta combinación de materiales heterogéneos subraya la disparidad entre la representación oficial del espacio urbano y las experiencias vividas por quienes habitan sus márgenes.

Así la película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones optimistas. En lugar de ello, insiste en la necesidad de cuestionar las estructuras que definen quién tiene acceso a la ciudad y quién queda excluido. Al visibilizar la relación entre el urbanismo y la marginalización, se propone una reflexión crítica sobre cómo la planificación urbana no es neutra, sino que responde a intereses específicos que perpetúan desigualdades. La ciudad no es solo un espacio físico; es un dispositivo de poder que regula la vida de sus habitantes y define quiénes son dignos de ser vistos y escuchados. Todo Documento de Civilización se presenta como una denuncia profunda y multifacética. No se conforma con contar la historia de una víctima, sino que utiliza esa historia como punto de partida para cuestionar un sistema más amplio de exclusión y violencia institucional. La ciudad no es solo un espacio construido, sino también un espacio político, donde cada esquina, cada documento y cada mapa contiene las huellas de quienes han sido silenciados.

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