Una sombra oscilante (2024), de Celeste Rojas Mugica

Revelar es hacer que vayan apareciendo cosas con el tiempo. Esto hace que haya cierto paralelismo entre el proceso de revelado de un negativo y el desarrollo de una película, y Una sombra oscilante se aprovecha de este paralelismo para construir una película profunda, inacabable e inacabada. Raymond Queneau escribió un libro que condensa cien mil millones de poemas en diez páginas, y lo hizo mediante una serie de pestañas o flecos. Celeste Rojas Mujica presenta ahora una película fractal a través de un inteligente uso de la metáfora.

Una sombra oscilante comienza en un cuarto oscuro. La luz roja tarda en encenderse, la paciencia es parte del trabajo del fotógrafo. Hay que contar los segundos, usar los químicos adecuados, seguir una serie de pasos previamente estipulados. Si todo eso se hace bien van apareciendo cosas, se produce la revelación. Pero esta nunca es total, siempre hay claroscuros, lugares subexpuestos. A medida que transcurre la película nos enteramos de que el padre de Celeste fue fotógrafo, no por elección, sino porque alguien le puso una cámara en la mano alguna vez para mantenerlo a salvo de la dictadura de Pinochet. Nos enteramos de que muchos de sus compañeros fueron muertos o desaparecidos, que muchos de los viajes que aparecen en sus fotos son fingidos, que parte de su vida la transcurrió en la clandestinidad, que hay cosas de las que prefiere no hablar. Es más lo que se oculta que lo que se enseña, o lo que es lo mismo, el fuera de campo es tan interesante como lo que aparece en cuadro. Quizás más. Las fotografías del padre, observadas obsesivamente, son siempre de montañas, de cosas nimias, inocentes, irrelevantes. Nunca muestra las caras de los compañeros, nunca nada mínimamente comprometedor. Los milicos son simplemente parte del paisaje de Chile en los 80. Pero es precisamente lo que no se muestra lo que es más perturbador, jugando de esta forma con el fuera de campo de una forma muy particular y acertada. Encerrado en un cuarto oscuro, el padre escucha pasos fuera. Teme que abran la puerta, porque se echaría a perder o la foto o su vida, una tragedia de cualquier manera aunque no de la misma manera. Así, con estas metáforas se va armando esta película que es muchas a la vez y no todas se muestran en plano.

Siguiendo con la metáfora, en fotografía la luz es más peligrosa que la oscuridad. Una foto subexpuesta tiene arreglo, es cuestión de sumergirla en los químicos un poco más. Una foto sobreexpuesta o quemada, en cambio, no tiene solución. La fotografía, una vez que está completamente revelada, es transparente. Lo importante es imaginarse qué es lo que ocurre en la oscuridad.