Por Sofía Cazeres.
Gilmore en su ceremonia de graduación (Gilmore Girls, Temporada 3, Capítulo 22) dice: “Mi madre nunca me hizo creer que yo no pudiera hacer lo que fuera que quisiera hacer, o ser quien yo quisiera ser. Llenó nuestra casa de amor y diversión y libros y música, para ofrecerme modelos a seguir, desde Jane Austen, a Eudora Welty y Patti Smith”. Lo que le agradece, en definitiva, es que la haya llenado de referentes mujeres. Algo que, sabemos nosotras, no es tan fácil de conseguir.
Como niña educada en una familia no-tan cinéfila, me encontré muchas veces buscando cineastas mujeres. Tenía a las hermanas Bronte y (como Rory Gilmore) a Patti Smith. La vida me regaló a Amy Sherman Palladino, quien creo que es la show runner más interesante del mundo. Pero me faltaban cineastas.
A Agnes Varda llegué, como a casi todo en mi adolescencia, a través de Tumblr. Y como todo en Tumblr llegó distorsionado. Esto es lo primero que vi:
Después de esa captura de pantalla vino un trabajo arqueológico para encontrar a quién, a qué pertenecía. Y me encontré con una viejita que a simple vista me pareció divina. Punk.
Agnes Varda es la mujer que salió corriendo de Hollywood cuando un productor osó pellizcarle la cara, no sin antes pegarle un bife. Y la que a los 89 mandó un cartón a representarla a su primera nominación en los Oscars. Una mujer que dedicó una obra a darle la espalda a los famosos, a la fama, a cualquier tipo de industria de las personalidades. Agnes Varda se disfrazó de papa. Mi cosa preferida: le dijo “rata sucia” a Jean Luc Godard. Porque puede. Si escucho a alguien más decirle “la abuela de la nouvelle vague”, le voy a pegar.
Es la persona que habló de conciencia agroecológica, de la desgracia de la monogamia, del terror a morir por un diagnóstico antes de que nosotres empezáramos a titubear “agrotóxico”, “poliamor”, “ansiedad”. Firmó el Manifiesto 343, en el que declara haber abortado aunque fuera ilegal. Agnes Varda es un faro a invocar. Las decisiones que toma en función a cada relato, la marca del tiempo en Cleo de 5 a 7, los fundidos a colores en La Felicidad, la honestidad de su mirada en todos los casos.
Su cine pone el foco en el deseo porque “el deseo es la esencia de la vida”:
y en las mujeres, no solo porque usa protagonistas mujeres, sino porque elige mujeres para sus universos, como la taxista de Cleo de 5 a 7, y se pregunta qué es serlo y cuáles son los costos.
De las miles de cosas que me enseñó hay una frase sobre su arte que me conmueve: “No quiero que la gente diga que lo que hago está bien, quiero que digan ‘es para mí’”. Y Agnes Varda es para mí⚫