“La vida expuesta”
Por Ian Quitana.
Una chica invisible (2019) es una comedia negra que nos presenta una historia sobre las nuevas generaciones y cómo la vida y las relaciones sociales se han visto sumergidas en el mundo digital.
En la opera prima de Francisco Bendomir el sentido de la vida se mide a través del nivel de exposición y de las distintas relaciones que tienen los personajes con los medios digitales. La historia que nos cuenta es sobre Daniel (Javier de Pietro) un padre bastante joven, ya divorciado, quien está a cargo de su hija (Lola Ahumada). Él es un hacker, que pasa sus días y noches frente a la computadora invadiendo la privacidad de las personas. Ella, una preadolescente muy segura e inteligente, cuyo deseo es generar tendencia en las redes sociales. El conflicto de la película se desata cuando Mauro (Pablo Greco) quiere invadir la casa de Andrea (Andrea Carballo), su ex novia y actriz al borde del suicidio debido a un vergonzoso video que se viralizó en internet. Para espiarla, Mauro solicita los servicios de Daniel, quien acepta el trabajo y rápidamente se da cuenta que también está enamorado de Andrea. En esta trama de enredos y amores rotos, sólo los aparatos tecnológicos parecen tener la solución y la cotidianidad de las vidas sucumben ante la valoración del ciberespacio.
A lo largo del film observamos adultos que parecen más infantiles que los niños y las acciones que realizan no están medidas por una lógica racional, sino más bien por las pasiones internas. Todo lo que sucede en Una Chica invisible es producto del deseo y por eso cualquier cuestión ética sobre la privacidad queda de lado. El espionaje ilegal que efectúa Daniel sobre Andrea se genera gracias a la facilidad que hoy en día brindan las herramientas digitales para observar las vidas privadas. En la realidad, todas las personas se transforman en espectadores de vidas ajenas, al igual que Daniel. Y por esto la película de Francisco Bendomir, es tan eficaz desde su planteamiento. Muchas personas se verán identificadas o se sentirán incómodas con alguna de las acciones de los personajes, porque todos hoy estamos inmersos en el mundo digital.
Hay un contrapunto constante en la película. Desde el trabajo en los diálogos, para mostrar las contradicciones de los personajes hasta la utilización de música clásica que remarca el absurdo de las situaciones. Es interesante el trabajo del decorado y de los objetos de la puesta en escena a través del uso de iconos tanto religiosos como culturales. En cada escena, se muestra cómo la cultura extranjera ha invadido las vidas de las personas, producto de la globalización y de la digitalización del mundo. Muñecos, símbolos, logotipos y hasta luces y colores constantemente remiten a la presencia norteamericana en las vidas de la sociedad argentina, así como también definen un aspecto de los personajes. Las luces tiñen las pieles de distintos colores, deshumanizando esas vidas. Los discursos por momentos revelan estereotipos ya caducos, como la autoridad de la escuela religiosa, que recrimina a Daniel por permitir que su hija juegue con objetos punzantes, cuando ella se encuentra rodeada de cruces con cuerpos colgando y ensangrentados. En este contrapunto la película de Francisco Bendomir se convierte en una fuerte crítica a la sociedad moderna, así como una interesante revisión sobre los malos usos de la tecnología.
Una chica invisible es una sólida propuesta de comedia que se sostiene a través del cuidado tratamiento estético, que hace muy disfrutable la puesta en escena y un guion inteligente que constantemente remarca las contradicciones de una generación sumergida en el mundo virtual, que apela a la exposición pública más que a la introspección personal.
Titulo: Una chica invisible
Año: 2019
País: Argentina
Director: Francisco Bendomir