Inspo: Sans toit ni Loi, de Agnès Varda; La mujer sin piano, de Javier Rebollo y Lola Mayo; Wanda de Bárbara Loden.
Soy tu presa, la indeleble
empantanada en las olas
de tu mar barroso
soy la espuma en tu boca
la cautiva más rebelde
la que lucha contra tus amarres
y permanece en territorio enemigo
cuando se los quitas
la que más disturbios trae
a tu harén de promesas y vidrio
un animal distópico
huyendo en la noche decorada.
De lejos, trastabillando en el césped crecido,
al menos debo parecer graciosa.
¿Elegante? ¿Dramática, quizás?
Perdiz, corderito, liebre
tropiezo en círculos
y tu voz brava rompe lo oscuro
como un canto de sirena elíptico
cuando mis piernas no saben guiarme
en el laberinto sin puertas.
¡No saben nada,
tontas!
Desde que aprendieron a enredarse
no recuerdan lo que es huir.
Sin norte
frente a la pared de fuego
me detengo doblegada
otra vez:
la belleza ciega
los bordes de tu reino
que dejo atrás.
Refugio las manos
en rodillas vencidas.
¿Sentís el crac?
crac – crac
huesos
dientes
uñas
lágrimas…
Así se siente querer ser
la fuga de todos tus rehenes.