The Vanishing Point, de Bani Khoshnoudi, es un documental profundamente personal y político, que explora las huellas del exilio, la memoria familiar y la violencia del régimen iraní, desbordando los límites de una narración convencional. La cineasta y artista iraní, quien abandonó su país en 1979 durante la Revolución Islámica, construye una película que no es simplemente sobre su historia, sino sobre la historia colectiva de los muchos que se han perdido, cuya existencia fue borrada de la memoria pública por la represión estatal. A través de una meticulosa recolección de material visual que incluye fotos familiares, objetos personales y fragmentos de la vida cotidiana en Teherán, Khoshnoudi entrelaza recuerdos privados con los relatos públicos de resistencia y desapariciones forzadas. Su cámara, cargada de una mirada íntima, captura escenas de las calles, vendedores ambulantes, y las inscripciones visuales de una ciudad marcada por el miedo y la represión. El punto de fuga del título, ese “Vanishing Point”, hace referencia a una historia de dolor silenciado, la de su prima, quien fue ejecutada durante las purgas de 1988 en Irán, una historia que se ha mantenido oculta por décadas.
Lo que distingue a The Vanishing Point es la manera en que Khoshnoudi utiliza el montaje para subvertir la pasividad de la observación. A través de su colaboración con la editora Claire Atherton, la película toma la forma de una acumulación de materiales dispersos, que nos invitan a enfrentar la compleja relación entre la imagen y el olvido. Las imágenes, cargadas de una tensión palpable, no solo documentan la violencia, sino también el esfuerzo por mantener viva la memoria frente al intento de borrar todo vestigio del pasado. La película abre un espacio para la reflexión sobre el sufrimiento y la desaparición. Al intercalar videos de protestas recientes, donde las mujeres iraníes se levantan contra el régimen, The Vanishing Point teje una crítica directa a la opresión que aún persiste en el país. El eco de las manifestaciones y las imágenes de resistencia no solo sirven como testimonio de una lucha actual, sino como un grito de justicia que reclama ser escuchado más allá de las fronteras.
El film de Khoshnoudi no es solo un ejercicio de memoria, sino una reflexión sobre el acto de filmar como resistencia. A través de sus imágenes, la cineasta se enfrenta al vacío de la historia oficial, creando una obra que, aunque centrada en su experiencia personal, se convierte en un llamado urgente a la acción, a la no complacencia ante la injusticia. En su última secuencia, las imágenes de mujeres iraníes agitando sus pañuelos en las calles resuenan como un acto de reivindicación, un recordatorio de que, aunque el pasado nos haya sido robado, el futuro sigue siendo nuestro para reclamarlo.
