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The Exit of the Trains (2020), de Adrian Cioflâncã y Radu Jude

“Nuevas pieles que deja la serpiente”

Por Miguel Peirotti.

Se incorpora con este ensayo documental, titulado en rumano Iesirea trenurilor din gara, una nueva obra maestra al acervo cinematográfico de películas grandes en tamaño por duración y grandiosas en su alianza a la grandeza humanitaria de recopilar nuevos testimonios (o reorganizar testimonios viejos o perdidos u ocultos) que permitan seguir reconstruyendo la perversidad intrínseca a todo colaboracionismo civil con la maldad en estado puro que se desparrama desde las bocas de expendio ideológico de cualquier orden totalitario o con todo tipo de masacre o limpieza étnica. La tragedia colectiva que relatan Jude y Cioflanca remite a Rumania, su país, pero aquella praxis diabólica involucró y sigue involucrando a toda la raza humana; nuestra raza; la única raza, así como provoca en todos una respuesta y en cada uno provocará una respuesta particular sin lugar a dudas, y estas certezas y singularidades, por cierto y para peor, suelen ir cambiando de piel con el transcurso de los años. Razón por la que es necesario –y los artistas como Jude lo saben al punto de materializarlo–  que la Historia se reescribe tanto como se corrige un texto inédito porque la tinta suele diluirse, las palabras tienden a corregir sus significados y lo único estanco es el agua de un aljibe muerto. Y lo último que podría ser estanco, aunque nunca lo será, será el revisionismo.

El 29 de junio de 1941 acontece el asesinato singularmente cruento y organizado de más de diez mil judíos en Rumania, por fusilamientos y asfixias masivas, y el acontecimiento resalta hoy execraciones esenciales que arrastramos las personas como almas apenadas en el Purgatorio más conocido como Tierra. La poesía del Mal, aquí presente aristotélicamente: “La poesía, por lo tanto, es algo más filosófico y elevada que la historia: porque la poesía tiende a expresar lo universal y la historia, lo particular”, Aristóteles dixit. Adorno por su parte filosofó la incapacidad de escribir poemas después de Auschwitz pero con el tiempo se equivocó y hasta lo reconoció porque la poesía es una emanación creativa del cuerpo espiritual de nuestro ser y nuestro ser es luz pero también es la ausencia de luz. En el lado oscuro de nuestra existencia anidan los pensamientos más aterradores pero entre la miasma pueden brotar flores negras, y no sería prudente eximir a la poesía de su barro primigenio, el ser humano, con todos sus defectos y lastres.

El dominio que ostentan las imágenes para recrear y describir la historia desde la dimensión calendaria del siglo XX es el mismo que la literatura desplegaba en el siglo anterior para ser (por ser) el arte-voz narrador de lo que sucedía alrededor de nuestros ancestros. La hegemonía narradora de la historia mayúscula sólo cambia de forma de arte. Iesirea trenurilor din gara es una reflexión sobre la historia pero también puede leerse como una refracción de la historia, las vibraciones del pasado que retornan finalmente como boomerang justiciero a cortar los dedos desinteresados de los escribientes sordos y ciegos del transcurso político mundial. Ignoro Cioflanca, pero Jude construye toda su filmografía políticamente comprometida desde la certeza historicista de que no hay futuro sin retrospección y mucho menos presente sin evocación: que no existe el tiempo en el cine sino la permanencia de los efectos de las causas, volátiles y rigurosos. Esta película cristaliza su estética por medio de un trabajo de investigación de documentos y fotografías que es poderoso y fecundo, angustiante y triste, que no da tregua en su praxis escogida y es hipnótica en su estatismo narrativo. La extensión de Iesirea trenulinor din gara es la de dos películas (Nota: si estás leyendo esta crítica, la crítica de una película rumana presentada en un festival de cine, descontamos que la duración de una película no es relevante para tu criterio evaluativo) pero encierra más que dos películas y que cien también, y con algunas establece un diálogo, aunque este diálogo es rudimentariamente temático. Las especificidades ideológicas y éticas de Shoa de Claude Lanzmann y de Venga y vea de Elem Klimov, por mencionar sólo dos obras instintivamente ligadas a la que nos ocupa), no desacuerdan con las de la película de Jude/Cioflanca pero, gracias al cine y a sus cineastas, el rostro del horror, el aliento del dragón, las garras del demonio circunscriben sus atrocidades a un marco de exposición que al arte cinematográfico no se le escapa, y es allí donde se edifica paulatinamente un corpus sobre el Holocausto, que no es otra cosa que un rompecabezas ladino poblado de incertidumbres y piezas faltantes. Hay piezas que aún faltan, sí, pero no faltan sino que sobran directores de cine, perseguidores que detectan, capturan y expropian y corrigen los avatares de este fenómeno incomprensible llamado género humano y su todavía más inextricable propensión al exterminio de su propia especie y con ello hacen una historia. El huevo de la serpiente rompió el cascarón hace casi un siglo pero las consecuencias de aquella barbarie moderna nos mantienen alerta y el cine puja con tenacidad en la busca del suero antiofídico final.

Titulo: The Exit of the Trains

Año: 2020

País: Rumania

Director: Radu Jude

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