Telepathic Letters (2024), de Edgar Pêra

“Es hora de cuestionar todo”

Por Sebastián Francisco Maydana

Desde que se inventó la primera cámara fotográfica se considera que las fotografías producidas mecánicamente son una fiel reproducción de lo estuvo frente al aparato. Se pensó que esta disciplina iba a reemplazar a la pintura, pero no, sólo la liberó del imperativo de realismo. En cambio, a la fotografía se le empezó a exigir exactitud, objetividad. Doscientos años después, se le pide lo mismo a la mal llamada IA (y llamada provisoriamente IAGen por los incipientes “teóricos” del tema). En Telepathic Letters, más que un guion tradicional hay prompts que instan a la computadora a generar contenido, enhebrando una historia que involucra a H.P. Lovecraft y a Fernando Pessoa. La IA crea algo parecido a un trip a través de un paisaje de horror cósmico más horroroso cuanto que está constituido por imitaciones de objetos y entes reconocibles.

Hay una pregunta que es ineludible, ¿Para qué sirve la IA? O lo que es lo mismo, ¿Tiene algún uso que justifique forzar a supercomputadoras en Silicon Valley a quemar la misma energía de varios aires acondicionados prendidos al mismo tiempo para darnos una imagen del Papa cantando rap? Creo, y Telepathic Letters parece confirmarlo, que el único uso posible es el de enseñar a desconfiar de las imágenes. O lo que es lo mismo, independizar lo que existe de la realidad.

No es casual que Edgar Pêra haya elegido dos personajes que distan mucho de ser unívocos. Pessoa con sus múltiples heterónimos, Lovecraft a través de los personajes y la mitología que creó, más que personajes son universos. Y esta elección, enfatizada por el blanco y negro de la película, enfatiza la antigüedad de la pregunta que busca responder. Ambos fueron contemporáneos y ya llevan un siglo muertos. Así se desarma la supuesta novedad (William Gibson ya disertaba sobre IA en una máquina de escribir Olivetti en 1983). Un Pessoa mutante, por momentos más parecido a Peter Sellers o a Andrés di Tella, confía en una de sus cartas telepáticas que la prosa de ellos crea el mundo, en lugar de reproducirlo. Las imágenes del documental son generadas, no forman parte del mundo. Tienen una misión: contar una historia, tomar una postura, ser eso que Harun Farocki llamaba “imágenes operativas”.

En el mismo sentido, la película utiliza también herramientas del estilo expositivo que se suele asociar al cine documental: una voz de Dios enunciando verdades. Esto también nos pide que cuestionemos. Borges mostró lo absurdo de pretender que el mapa se consustancie con el territorio, Schrödinger cuestionó que las cosas sean de una manera y ya está, y Wittgenstein mostró cómo nuestros sentidos nos engañan. Aun así, pasó el siglo XX y las percepciones no cambiaron, especialmente con respecto a la imagen. Se sigue viendo en la presentación una re-presentación. Ya es hora de cuestionarlo todo.

Y en el límite, hacer arte con IA es cuestionarla desde adentro. Kill Yr. Idols, como en la canción de Sonic Youth. Es que el beneficio más citado de la IA generativa es la simplificación de tareas. Pero como señala Jean-Marie Schaeffer, la simplificación (que no es lo mismo que la simplicidad) es antitética con el arte, que justamente existe porque hay alguien dispuesto a hacer un esfuerzo no imprescindible para crear algo nuevo.

No importa si Pessoa y Lovecraft se conocieron en la realidad o no. No interesa si las cartas telepáticas realmente reflejan el pensamiento de ambos. Importa que podrían haberlo hecho. Que la IA no genere imágenes realistas es parte del gesto, señalando a la vez lo que podría hacer en algún momento y por qué si no se la usa, si no se la cuestiona, ese momento va a ser demasiado tarde.

Titulo: Telepathic Letters

Año: 2024

País: Portugal

Director: Edgar Pêra