“Olvidarás a tu padre y a tu madre“
Por Andrés Brandariz
El secuestro del niño Edgardo Mortara -nacido en el seno de una familia de tradición judía de Bolonia promediando el siglo XIX- a manos de la guardia del Papa Pio IX es uno de los hechos más resonantes de una larga lista de actos deplorables cometidos por la Inquisición romana. El caso es tan famoso que incluso Steven Spielberg rondó un proyecto sobre el caso hasta hace muy poco. Hubiera sido interesante ver el acercamiento del director a un hecho tan indudablemente amargo y su integración a un escueto pero significativo canon en su obra, aquel que aborda el antisemitismo de manera directa y frontal (La lista de Schindler a la cabeza pero también Munich y The Fabelmans).
El relato de Marco Bellocchio sobre el caso es tan clásico como el que podría entregar el norteamericano, con una narración enérgica y una dirección tan firme como la que garantizan 50 años de carrera. Sus ambiciones, empero, inscriben el episodio dentro de un escenario mucho más contemporáneo, con una incisividad que no cabría esperar de otro director. A pesar de todos los errores de criterio e interpretación en los cuales las traducciones de títulos al castellano suelen incurrir, el elegido para esta película apunta de manera justa al meollo de la cuestión. Rapito (además de su evidente connotación religiosa) es la historia de cómo un régimen autoritario transforma, de manera totalmente literal, a un ser humano.
El dispositivo narrativo es el de un thriller que se desenvuelve con paciencia y seguridad; su verdadero rostro es el de un relato de horror sobre el poder de los autoritarismos para hacernos olvidar nuestro nombre, nuestra religión, nuestra identidad, hasta que un día no nos podemos reconocer ni siquiera en los ojos de nuestra propia madre. Bellocchio lo sabe, y es por eso que permite, dentro de la contención del resto de la puesta en escena, los estallidos altisonantes de la música de Fabio Massimo Capogrosso. Las composiciones, que no estarían fuera de lugar en alguna película de vampiros (por mencionar otras criaturas que, al igual que esos oscuros sacerdotes, succionan el alma de sus víctimas) generan un contrapunto que acaso permite un desahogo simbólico del terrible padecimiento de los padres del niño Mortara, en cuyo intento de rescate se les va –literalmente- la vida.
El final, ya lo he mencionado, es amargo. En uno de esos planos finales que podrían ser en sí mismo un objeto de estudio, Bellocchio clausura la película con el joven Mortara -vestido con la indumentaria católica y completamente transformado- a izquierda de cuadro, su rostro hundido entre las manos. A la derecha el cuerpo inerte de su madre, que acaba de fallecer tras negarse a convertirse. Entre los dos, la casa familiar donde el niño fuera raptado. Un muro de silencio, y ningún cristal en donde reconocerse.
Titulo: Rapito
Año: 2023
País: Italia
Director: Marco Bellocchio