Por Rolando Gallego
Enmarcada en un tipo de cine más popular Rumbo al mar de Nacho Garassino (El túnel de los huesos) propone el viaje de reencuentro entre un padre e hijo (Santiago y Federico Bal) para cumplir la última decisión del primero.
Dialogamos con Garassino para conocer más de esta película que además se constituye como la última de Santiago Bal.

¿Qué encontraste en Rumbo al mar al cambiar de género cinematográfico?
Muchos de los de mi generación cinematográfica sobrevivimos a las épocas de vacas flacas del cine argentino en la televisión. En mi caso hasta fue una maldición, porque me fue demasiado bien con el programa El Otro Lado en la década del 90. ¡Y quede atado a ella mucho tiempo! Pero la televisión, que tiene muchos defectos, tiene una virtud, que es la ductilidad qué tenés que tener para sobrevivir en ella. Te transformás en un director todo terreno porque si no, simplemente no tenés cómo pagarte los vicios o el alquiler (risas). Por eso me sentí cómodo trabajando con gente como Santiago Bal, con Fede y Zulma Faiad que están más vinculados a la televisión que al cine. No tuve problemas. Cuando el guionista Juan Faerman trajo el proyecto, ya venía con los nombres de Santiago y Fede para los roles principales. Esto me evoca las constantes cargadas de Santiago Bal que me hacía cuando le pedía repetir una toma: “Sos demasiado lento”, me decía. “Con Enrique Carreras hubiéramos hecho esta película en una semana y nos hubiéramos ido a jugar unas fichas al casino!” (risas). En cuanto al género de la comedia (ya que yo vengo del policial y del cine negro), encontré un desafío y me puse estudiar a los grandes maestros del género, que van desde Billy Wilder, Ernst Lubitsch, o mismo directores modernos y de Argentina como Ariel Winograd. Y resultó un gran desafío porque muchas veces el arte de estos directores maravillosos consiste en una narración invisible, donde la mano del director tiene que ser indeleble porque son los personajes y sus carismas los que empujan el relato. Al mismo tiempo, la puesta en escena no tiene que superar el objeto narrado, imponerse. Y eso, para el ego de un director, es algo bastante difícil de domar.
¿Qué firma querías impregnarle a un relato que tenía ya una impronta definida?
Me gustan mucho las puestas en escena elaboradas, y cuando tenés un presupuesto acotado como son generalmente en la Argentina, buscar el equilibrio entre una narración fluida y una apuesta desafiante es complicado. Pero me di unos cuantos gustos, como la apertura de la película, donde pude hacer conectar un plano secuencia; y algunas escenas con Santiago Bal siguiéndolo con la cámara permitiéndole el improvisar e irse del texto totalmente… Creo que en todas mis películas se nota un amor por los personajes, aún por los que son despreciables. De alguna manera son todos importantes para el que está narrando y desde esa perspectiva, son queribles y hay que atenderlos con la misma dignidad. De alguna manera, Rumbo al Mar cuenta una de las historias más antiguas, que es la del retorno o el viaje iniciático. Parece pretencioso hablar de esto en el marco de una película popular, pero tiene elementos muy simbólicos que están en cualquier narración de viajes y despedida, desde el Ulises de Homero a Nebraska, de Alexander Payne.
¿Cómo fue dirigir con tantas escenas en exteriores, viajes, traslados, etc?
Hacer cine es estar enamorado de los problemas: amo el cine y los problemas, ¡y esta película ofrecía muchos! A pocos días de rodaje comprobé que la destreza con la moto (que era como una tercera protagonista) de los actores era casi nula, con lo cual se tornaba muy peligroso. Santiago Bal tenía la mejor predisposición, pero muchas veces se generaban momentos de tensión con el equipo de cámara. Para una persona de la edad de Santiago Bal el desafío fue extremo. Voy a estar eternamente agradecido al coraje que le puso… Pero a pesar de mi amor por las dificultades que implica el cine, tuvimos varios momentos de los que te hacen decir me voy a poner un kiosco (risas). La escena final, filmada en Mar del Plata, fue en el marco de uno de los días más fríos y ventosos de esa ciudad y no habíamos calculado que en las afueras de esa ciudad todo es más extremo. Pocas veces en mi vida sentí tanto frío. Por el estilo de road movie pasamos por todos los climas: de calores extremos en las filmaciones en Tucumán, a tormentas y el frío en la ciudad de Mar del Plata en invierno.

¿Qué crees que Rumbo al Mar aporta a este subgénero de películas de “despedida”?
Si puedo decir que el tono de comedia familiar no es el habitual en este tipo de películas que caen muchas veces en la melancolía. Es una película de despedida y una película que combina el viaje y la comedia desde ese sentido. Quisimos provocar una sonrisa, una que fuera melancólica, pero sonrisa al fin. Y tiene un par de planos alocados y raros lo que suele verse en este tipo de film.
Tu fuerte es el policial y el documental ¿qué encontrás en ellos?
Creo que la respuesta a esta pregunta la puedo buscar a uno de mis escritores preferidos, que es Rodolfo Walsh. En él se sintetizan lo documental con lo investigativo. Era un gran escritor de novelas policiales y todas esas técnicas las aplicó en obras testimoniales maravillosas. Un sueño que espero concretar es hacer la remake de Operación Masacre la maravillosa película del Tigre Cedrón sobre el texto de Walsh merece una adaptación a los tiempos que corren. Creo que muchas veces los mejores documentales de una época son películas de ficción que hablan de criminales. Fijemos en El Padrino o las películas de Jean Pierre Melville, Jose Giovanni o Brian De Palma. Fíjate qué testimonio contra la Dictadura fue Tiempo de Revancha de Adolfo Aristarain. Viene a cuento que, de hecho, ahora estoy terminando Música Para Futuro Ancestral, que es un documental que llevo haciendo hace 10 años sobre la propuesta estética de una orquesta que se opone a los paradigmas occidentales de la música. Y en paralelo estoy con La Colmena de Hielo, qué es un policial que transcurre en la cárcel de Ushuaia con el Petiso Orejudo y Simón Radowitzky como personajes. Y no sólo no siento que se contradigan, sino que me complementan. El documental comenzó cuando esta Orquesta me hizo la música de El túnel de los Huesos. Estas son aguas que navego con placer pero nunca con tranquilidad (risas).
¿Cómo fue mezclar en Rumbo al mar figuras más asociadas a la cultura popular que tal vez no siempre han hecho más producciones asociadas al costumbrismo o el humor?
Una de las ventajas de haber hecho tantos documentales y programas periodísticos es que te da un gran entrenamiento para la dirección actoral, que al fin de cuentas es conocer el alma humana, comprenderla y llevarla por un camino. Podés tener métodos más agresivos o como en mi caso, más amables, pero tenés que saber que se esconde en el alma detrás del ser que va a poner su cara frente a la cámara. Obviamente el actor tiene entrenamiento lo cual facilita las cosas, pero todo aquel que vive de su exposición pública tiene algo de actor y como nos enseñó Vittorio de Sica es adaptarse al material con que estás trabajando. Conoce a las personas y estás conociendo a los actores y todo es más fácil.
¿Cómo sigue el año de trabajo?
Estoy terminando la post del documental sobre la Orquesta de instrumentos Autóctonos y Nuevas tecnologías, que creo que es una de mis obras fundamentales. Venimos filmando en Europa, el Sáhara, Madryn, Cusco y Machu Picchu. Esperamos estrenarlo a mediados de año.
¿Con qué te sentís más cómodo: ficción, documental, comedia, policial?
Me siento cómodo con todo aquel género que me provoque un desafío para mis capacidades como director. La ficción es fascinante, pero condicionada por los tiempos de producción. El documental te permite una mayor inmediatez y flexibilidad de movimientos, aunque económicamente sea poco rentable. Ahora voy a explorar otros géneros, como el terror, que para mí es tal vez el que exige mayor precisión narrativa. Todas las películas de terror que me gustan son obras de arte integrales, lo cual me da bastante pánico. Pero eso es lo que me agrada como cuando miro ese estilo de películas (risas). Es el caso de La Colmena de hielo, que firmaremos a finales de este año, donde se entremezclan el policial y el terror. No puedo dejar el cine, soy feliz rodeado de cámaras, actores, luces y problemas.
¿Por qué la gente tiene que ver Rumbo al mar?
El cine argentino tiene que recuperar una tradición industrial que hoy solamente la tienen las grandes compañías. Tienen que empezar a aparecer producciones independientes de carácter popular que sigan manteniendo la maquinaria del cine argentino, así nos podemos permitir caminos más audaces y exploratorios. En las épocas doradas del cine argentino se hacían muchas películas del estilo de Rumbo al Mar. En el mundo se hacen muchas películas de este estilo, desde Bollywood a Turquía. No todas son obras maestras, pero hacen a la creación de una industria. Espero que le vaya muy bien de público, porque esa es la razón de ser de este tipo de cine. Y espero que los que vayan salgan un poco mejor de la sala de cómo entraron, con algún sentimiento que hayan podido catalizar ahí. Ese es mi sueño como director.

Título: Rumbo al mar
Año: 2020
País: Argentina
Directora: Nacho Garassino