Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Perfect Days (2023), de Wim Wenders

Entre la luz y la mirada

Por Felipe Mendez Casariego

 

Luego de la pandemia aparecieron en cines y plataformas toda una serie de directores consagrados que, con cierto cinismo, buscaron diagnosticar la enfermedad del mundo. Así, los espectadores nos encontramos frente a un catálogo de generalizaciones, miradas totalizadoras, fatalismos maniqueos y, a fin de cuentas, una apresurada vagancia por tomar distancia del entorno como dilema. En este contexto, la aparición de Perfect Days, la última película de Win Wenders, se agradece. Como si hubiera dejado en Tokio un tesoro escondido, Wenders regresa a Japón y a la ficción para construir un poema visual sobre el mundo y sus maravillas.

Hirayama es un limpiador de baños públicos. Dueño únicamente de su rutina, repite todos los días una secuencia reconfortantemente rítmica que inicia al amanecer, con el ruido lejano de unas escobas también rutinarias, y finaliza cuando cae la noche, con una lectura breve sobre el tatami. En el medio, Hirayama trabaja silenciosamente, observa el mundo cambiar frente a su mirada y se deja intervenir por él como si ignorara que aquello atenta con aquel control del tiempo que es lo único que posee.

En Perfect Days es difícil hablar de eventos que desestabilizan al protagonista, “conflictos” en el sentido estricto de la palabra. De mayor o menor gravedad, lo que le sucede a Hirayama parece responder a ciclos, a llegadas y a partidas que, en su sucesión, complejizan un todo que desde el inicio se plantea misterioso y al que no queda más que admirar. Frente a este escenario, la mirada poética del protagonista actúa como un medio a través del cual Wenders elabora sketches profundamente descriptivos del mundo; bocetos donde las luces, las sombras, la naturaleza y los pequeños comportamientos humanos reciben el privilegio de su atención.

En la repetición rutinaria de los días de Hirayama, Perfect Days acumula capas de sentido que encuadran la mirada de su protagonista sin ir más allá de ella. La banda sonora repleta de clásicos del rock y el soul occidental, las eternas referencias literarias, el uso de la fotografía analógica y la intromisión del anime a través dos de los pocos personajes jóvenes de la película, construyen un collage de sentidos que existe porque da textura y tono a la superficialidad de las imágenes. No se trata de ver más allá de ellas, de encontrar claves de lectura que excedan a la diégesis, sino de sumergirse en las luces y sombras que rodean al protagonista en su día a día. Incluso los reiterados sueños de Hirayama no son más que eso: retazos remontados de las imágenes diurnas.

Si esta estructura acumulativa resulta satisfactoria, es en gran medida por la interpretación de Kōji Yakusho. A través de la expresividad de su rostro (su personaje carece casi totalmente de diálogos) Yakusho construye un personaje completo y complejo sobre el cual se monta la película. Él es en tal medida un pilar de Perfect Days que ciertos momentos de su interpretación no sólo sorprenden por lo que revelan del protagonista, sino que reconfiguran el film como un todo.

Frente a las miradas totalizadoras, Perfect Days tiene la virtud de preguntarse sobre el presente y dejar las ventanas abiertas para que corra el viento. No se trata de ofrecer diagnósticos, sino de capturar la belleza del mundo como enigma, dejando al futuro y al pasado como ecos de una repetición abierta al cambio.

Titulo: Perfect Days

Año: 2023

País: Japón

Director: Wim Wenders