Pacaman (2021), de Dalissa Montes De Oca

“Bienvenidos a la jungla”

Por Lucía Roitbarg.

La directora Dalissa Montes de Oca retrata en este corto de no ficción el mundo de los vendedores de pacas, deshechos de ropa que llegan de Estados Unidos a la República Dominicana. Su escenario son las calles debajo de la autopista donde funciona un  mercado callejero. Todo se vende y sus personajes, los vendedores, son quienes erotizan las imágenes que ella decide mostrar. Sus voces se entrecruzan, todos quieren ser dueños de la calle, pero la calle no tiene dueño. Quienes logran entender eso sobreviven a la jungla que supone una vida de venta callejera en los suburbios. Pero la realizadora decide apartarse de los estrictamente documental y  enrarece las imágenes, que por momentos son fijas, en blanco y negro, y en otras oportunidades les brinda un tratamiento que habla más de su visión que de lo que realmente pasa allí. 

La realizadora suaviza y ralentiza la velocidad impuesta por las imágenes documentales de esos escenarios tan vertiginosos, les otorga otro tiempo, también a las voces, a los ruidos, permite que aparezca el silencio, casi como otra voz.. En esos detenimientos, en el juego entre lo móvil y lo inmóvil se luce el corto. La cámara, el artificio se nota cada vez más, porque la realidad está ahí para hacer algo con ella y no sólo para ser observada o escuchada.  Lo que hace Montes de Oca es abrir posibilidades y quebrar lo real a partir del cine, de la cámara. La cámara es un personaje también, o, mejor dicho, el artificio cinematográfico, pero no pretende lucirse de más ni invisibilizar los sentidos que se desprenden de sus imágenes. Por el contrario, lo que hace es adueñarse de ellas desde una posición crítica que le permita enfatizar ese mundo estéticamente y a partir de allí captar esos nuevos sentidos que  estaban allí anteriormente.

Montañas de ropa, bocinas, voces y más voces. La autopista como escenario de fondo. Montes de Oca crea un acertado retrato de esas periferias que tienen la ciudades: con su ritmo, sus voces, sus olores, sus colores, y hasta su “falta de color”, pero siempre haciendo muy presente la individualidad y humanidad de los que allí subsisten día a día.