Miséricorde (2024) de Alain Guiraudie

“El Derecho Universal al Deseo”

Por Mauro Lukasievicz

En Miséricorde, Alain Guiraudie explora una constante de su filmografía: el derecho universal al deseo, un impulso esencial que atraviesa y conecta a sus personajes, sin importar si estos anhelos se concretan. Este enfoque convierte la película en una reflexión sobre el acto de desear como una forma de libertad y autoafirmación, donde el cumplimiento o no de esos deseos es, en cierto modo, secundario frente a su existencia misma.

Jérémie, el protagonista de Miséricorde, retorna a un pequeño pueblo rural en el sur de Francia, un lugar que encarna tanto la serenidad como la opresión de lo cotidiano. Su regreso coincide con la muerte de su antiguo jefe y, en este entorno, Guiraudie despliega un conjunto de personajes cuyas vidas se entrelazan a través de vínculos ambiguos y afectivos. Cada personaje parece estar impulsado por sus propios deseos, ya sea el cariño maternal de Martine hacia Jérémie, el amor no resuelto que el protagonista siente por su difunto jefe, o incluso las tensiones de su relación con Vincent, el hijo de Martine. Sin embargo, Guiraudie no estructura su relato en torno a si estos deseos serán satisfechos, sino más bien en torno a la naturalidad y universalidad de desear en sí mismo.

El cine de Guiraudie es un espacio donde el deseo tiene una calidad democrática, una fuerza que no discrimina. En su universo, todos tienen derecho a anhelar, desde los jóvenes atractivos hasta aquellos que han perdido ese brillo idealizado. Jérémie y los habitantes del pueblo son testimonio de esto, reflejando una visión del deseo como una energía inclusiva que puede surgir en cualquier individuo y en cualquier contexto. Esto otorga a Miséricorde una autenticidad que se desmarca de representaciones idealizadas o exclusivas del amor y el deseo. Los escenarios naturales de la película, como el bosque y las colinas, se integran con la intensidad de las emociones de los personajes, funcionando casi como extensiones de sus estados anímicos. Esta conexión entre el paisaje y el interior de los personajes amplía la narrativa más allá de lo individual, sugiriendo una dimensión casi mística en la que el deseo es tan esencial y eterno como la naturaleza misma.

En Miséricorde, como en muchas otras obras de Guiraudie, el humor tiene un papel sutil pero efectivo. La relación entre Jérémie y el sacerdote del pueblo, el padre Grisolles, introduce momentos de sarcasmo que no sólo alivian la tensión sino que permiten cuestionar la naturaleza misma de las pulsiones humanas. A través de intercambios que bordean lo absurdo, Guiraudie subraya la fuerza ineludible del deseo, sugiriendo que, en última instancia, el acto de desear es parte intrínseca de la experiencia humana, un elemento que desafía toda autoridad, incluso la divina. La decisión del director de no resolver explícitamente las tramas de sus personajes ni satisfacer todos sus deseos otorga a Miséricorde un tono de contemplación, una reflexión sobre la persistencia de las pasiones humanas. Es esta falta de resolución la que permite que el espectador se quede, incluso después de los créditos, preguntándose por la naturaleza y el propósito del deseo. ¿Es posible realmente satisfacer todas nuestras ansias, o es acaso el simple acto de desear lo que nos hace humanos y libres?

Miséricorde, en su aparente simplicidad, invita a ver el deseo como un espacio de constante búsqueda, y Guiraudie, fiel a su estilo, muestra que todos pueden participar en esta travesía, más allá de las barreras y las convenciones.

Titulo: Miséricorde

Año: 2024

País: Francia

Director: Alain Guiraudie