“Con cariño, Wiseman”
Por Felipe Mendez Casariego
Traducir el deslumbramiento, la admiración de los sentidos, en una carta audiovisual bella por la sinceridad que deja entrever. Esto es lo que hace Frederick Wiseman en Menus Plaisirs – Les Troisgros, su último documental dedicado al clan de chefs franceses que durante más de sesenta años, y cuatro generaciones, han renovado la alta cocina francesa. El trabajo no es sencillo, las preguntas rodean su película: ¿Cómo comprender un arte que ha hecho de la perfección la llave para su exclusividad? ¿Qué cruce de caminos nos puede acercar a ese “menú de placeres” que nos es en un principio tan lejano? ¿Cómo se sostiene una película de cuatro horas que, en excesivas pocas palabras, trata sobre un restaurante? Quizás con esta carga sobre los hombros, Wiseman se dedica a recorrer el presente de los Troisgros, conocer a sus comensales, capturar las texturas de sus platos, los colores y el viento de la campiña francesa hasta desmontar las preguntas y convertirlas en simpáticas abstracciones.
Al igual que con Ex Libris y City Hall, Frederick Wiseman aborda su objeto de estudio con una metodología que para él, y quizás únicamente para él, es infalible: la certeza de que el tiempo le dará la historia. Con su cámara sigue y registra a Michel Troisgros y sus dos hijos en sus espacios laborales, observa su restaurante, sus empleados, sus líneas de mando. Lentamente, ingresa en ese mundo fascinado por el montaje y la composición visual de cada plato. Es ahí donde encuentra una hermandad estética con la que se deja obnubilar. Ante cada obra que sale de la cocina de La Maison Troisgros, el restaurante principal dentro del emporio familiar, sus planos se van cerrando cenitalmente en una especie de reverencia audiovisual.
A pesar de esta admiración, o con motivo de ella, el registro de Wiseman puede ser implacable cuando se lo propone. Es con los comensales donde su punto de vista se vuelve más evidentemente filoso porque es allí donde el director encuentra un reflejo, a veces distante, de su mirada amorosa hacia los Troisgros. Repentinamente, un hombre afirma mientras cata un vino blanco: “I expect the bottles to show well”. Su declaración es pertinente, pero al finalizar el director captura una torpe mirada a cámara que desarma y desacredita de un hondazo su representación, su lugar en aquel restaurante de lujo. Él sigue monologando sobre vinos y expectativas, pero ya no hay nada para hacer; el encuadre de Wiseman lo devolvió a su casa como en una película puesta en rewind. ¿Se merecía aquella crudeza un hombre inserto en un mundo dónde todos juegan a lo mismo? ¿Por qué?
Ante el cine de un director como Wiseman, hemos sido formados como espectadores para hacer preguntas. El placer, si es que hay, no está ahí, sino en la obtención de una respuesta que nos permita entablar ese diálogo imaginario, pero con cierta deformación racional, con el arte. En Menus Plaisirs – Les Troisgros, sin embargo, el intercambio ya está entablado y el espectador ha quedado afuera. Ahí está la trampa. Nuestras preguntas son devueltas sin valor porque somos observadores de un diálogo amoroso entre dos artistas: Wiseman y Troisgros; un diálogo lleno de cariño, admiración y celos. Frente a la soledad del voyeur, nos quedan el menú de placeres sensoriales de un amor ajeno y un par de preguntas vacías.
Titulo: Menus Plaisirs – Les Troisgros
Año: 2023
País: Francia
Director: Frederick Wiseman