Médico de noche (Un médecin de nuit, 2020) de Elie Wajeman
“Cuando cae la noche”
Por Lucía Roitbarg.
Mikaël es, como el título del film lo adelanta, un médico que dedica sus noches a visitar pacientes y, paralelamente, realiza recorridos nocturnos por los suburbios de París con su coche para recetar Subutex, fármaco que permite a los adictos a la heroína tratar la dependencia de una forma un poco más “amable”. En la primera escena, uno de estos adictos le dice a Mikael en un diálogo que “sin los sentimientos no tenemos nada”. En la siguiente escena vemos a Mikael lidiando con la jefa del seguro médico quien le cuestiona la cantidad de Subutex que receta, a lo que él responde que ayudar a esa gente que lo necesita es una postura política. Hay mucho sentido en estas escenas: hablar de la necesidad de sentir y por otro lado las drogas que justamente impiden parte de eso. A la vez que pone en cuestión la falta de empatía y solidaridad para con quienes más sufren.
Hay una sensación general en todo el relato: esa sensación de que no todo parece que fuera a salir bien, que se incrementa y se hace más explícita cuando vemos la escena donde la esposa de Mikaël le reclama que nunca está durante las noches con ella y sus dos hijas hasta finalmente darle un ultimátum. Mikaël no parece reparar en esto muy rápidamente a pesar de lo triste y doloroso, como si toda su empatía estuviera puesta en el afuera. A partir de ahí la noche del protagonista se convierte en una bomba de tiempo. El relato se torna ágil pero cada vez más sofocante (con una cámara que se mueve a la par del personaje) al ver todos los frentes que “debe” cubrir Mikaël en unas pocas horas: lidiar con las enfermedades de sus pacientes, el jefe de operaciones que le exige más trabajo, su esposa que demanda su presencia, una amante que despierta más que un conflicto en él, los adictos que le piden cada vez más recetas, y finalmente su primo Dimitri. Es este último quien desde su trabajo como farmacéutico le pide desesperado a su primo que recete las drogas a los adictos, ya que debe mucho dinero a uno de los traficantes y debe cumplir con su promesa. Dimitri le pide que además recete otra droga que “alivie” a los adictos pero Mikaël ya no acepta eso por un tema ético. Esta negativa lo expone inmediatamente a situaciones violentas que ponen en riesgo su vida.
En medio de este agotamiento físico y mental que padece el protagonista, también hay escenas donde lo vemos ayudando pacientes, algunos adictos, otros no. Ahí aparece otro personaje, siempre desbordado por alguna situación, pero a la vez alguien que logra empatizar con el dolor ajeno y sentir, aunque sin llegar a empatizar del todo la demanda de su esposa e hijas. Muchos pacientes manifiestan sentirse mal por ansiedad, ataques de pánico, y es su propia persona la que empieza a exponerse y trastabillar cada vez más frente a cada episodio. Una señora a la que atiende le ofrece tocar en el piano una pieza tranquila antes de que se vaya, como si los roles se hubiesen intercambiado y fuese él quien necesitara ayuda. Algo de eso puede captar Mikäel aunque todo parece ir en su contra.
Es sabido que toda película cuenta, al menos, dos historias. En Médico de noche, donde la cámara sigue sin pausas y con cada vez más intensidad al personaje de Mikaël durante todo el film, hay una segunda vertiente de la narración que, aunque no tan intensa, retrata con vehemencia a un sector marginal de la sociedad parisina (si bien podría trasladarse a otras ciudades del mundo). Esas personas que se cruza Mikaël a lo largo del film dicen algo sobre él pero también cuentan algo acerca de una sociedad que debe “sin remedio” apagar el dolor con drogas, del tipo que sean. En medio de tanta patología transita sus noches Mikaël, quien en algún momento deberá lidiar con las propias, y es en ese enfrentamiento endeudado donde la película incrementa su riqueza dramática.
Médico de noche es un relato muy bien contado, con giros inesperados y tensiones que no parecen más que incrementarse con el paso de los minutos. Quizás es esta agilidad que el director Elie Wajeman decide encontrar para su thriller lo que permite por momentos distraer de la carga trágica que supone cada situación a la que se enfrenta Mikaël. Sobre todo cuando él comienza a decirle a su esposa Sacha que “todo va a salir bien”, como si él mismo tuviese que convencerse de eso aún sabiendo que cada decisión va en sentido contrario a su deseo. Este padecimiento, que no parece tan extraño a los seres humanos, el director lo lleva al extremo, siempre atendiendo a lo que le pasa al personaje, a quien nada de lo que le sucede parece forzado sino totalmente provocado por él y su conducta errática y evasiva hacia el propio bienestar. Es quizás esta falta de miedo a navegar por lo errático de la conducta de su personaje lo que hace al film loable, eficaz, y con algo que decir sobre el padecimiento del dolor, la soledad y la angustia en el mundo de hoy.
Titulo: Un médecin de nuit
Año: 2020
País: Francia
Director: Elie Wajeman