“Con un meticuloso estilo visual y narrativo, Bohdanowicz nos invita a reconsiderar la relación entre el arte y la memoria, proponiendo incluso que los fragmentos más pequeños pueden contener un valor inmenso. La película se convierte así en un homenaje a aquellos que, como Audrey, dedican sus vidas a preservar lo que el resto del mundo ha olvidado”
Aclamada por su sensibilidad única y su capacidad para entrelazar lo personal con lo universal, Sofia Bohdanowicz ha logrado consolidarse como una de las voces más distintivas del cine contemporáneo. Con un enfoque minimalista y profundamente poético, ha creado una obra que trasciende las fronteras convencionales del cine documental y de ficción. A lo largo de una década, ha construido una filmografía profundamente arraigada en la interacción entre el arte, el archivo y la memoria familiar. Su más reciente largometraje, Measures for a Funeral, se erige como el punto culminante de un ciclo cinematográfico que incluye títulos como Never Eat Alone, MS Slavic 7 y A Woman Escaped, junto a los cortometrajes Veslemøy’s Song y Point and Line to Plane. Estas obras giran en torno a la enigmática figura de Audrey Benac, interpretada por Deragh Campbell, quien además funge como coguionista en esta ocasión. Audrey, alter ego de Bohdanowicz, transita entre las demandas de su entorno académico y las complejidades emocionales del ámbito familiar, tejiendo una reflexión sobre el legado artístico y familiar que define la obra de la directora. En Measures for a Funeral, Bohdanowicz va aún más allá, desentrañando con delicadeza las intersecciones entre memoria, duelo y creación artística, a través de su inconfundible cine-ensayo. La película ofrece una fusión entre lo íntimo y lo colectivo, lo personal y lo histórico, reflejando la capacidad de Bohdanowicz para capturar las emociones humanas en diálogo con el tiempo.
En todas las películas de Bohdanowicz, Audrey se encuentra rodeada de restos del pasado, artefactos que evocan una mística tan material como intangible. En Veslemøy’s Song, la protagonista viaja a la Biblioteca Pública de Nueva York para escuchar una grabación de Kathleen Parlow, violinista y maestra de su abuelo. A través de esta conexión personal y profesional, Audrey accede a una dimensión del pasado que, de otro modo, permanecería inaccesible. Lo mismo sucede en MS Slavic 7, donde Audrey examina cartas de su abuela, Zofia Bohdanowiczowa, y un poeta polaco exiliado, utilizando el archivo como puente entre los conflictos de carácter personal y lo universal. La interpretación de Deragh Campbell aporta una transparencia emocional que le permite a la audiencia conectar con estos archivos de una manera muy directa o contundente, construyendo un frágil puente entre el presente y un pasado siempre al borde del olvido. En Measures for a Funeral, este diálogo entre lo presente y lo ausente cobra una dimensión más independiente. La película sigue a Audrey en una misión para recuperar y dar vida a una obra perdida del compositor noruego Johan Halvorsen, escrita para Kathleen Parlow. Esta pieza, el Opus 28, se redescubrió en 2015 y, finalmente, fue interpretada en 2023. El filme documenta este proceso de investigación y culmina en un concierto dirigido por Yannick Nézet-Séguin, donde la pieza perdida resucita en el presente. Audrey afirma en la película: “Hay valor en una obra menor”, defendiendo la relevancia de las pequeñas búsquedas y los fragmentos incompletos que, aunque no resuelvan todo, hablan del esfuerzo y el empeño humano.
Filmada en formato digital la película adopta un tono visual que combina elegancia y sutileza con un desenfoque circular que dirige la atención del espectador hacia el centro de la imagen. Esta elección técnica refleja la intención de la cineasta de crear un marco claustrofóbico y preciso para la historia, en el que Audrey se encuentra atrapada por las tensiones de la academia, los archivos y los dramas personales que enfrenta. Bohdanowicz trabaja con el director de fotografía Nikolay Michaylov para crear un ambiente cargado de misterio y tensión, que se refleja en la banda sonora y sus constantes apariciones cargadas de angustia. La presencia constante de Audrey en el centro exacto del encuadre refuerza la sensación de que la protagonista está atrapada en un mundo que, aunque moderno, está profundamente marcado por las huellas de un pasado que no deja de actualizarse. La película comienza con unas vistas muy precisas de la ciudad de toronto mientras escuchamos una charla telefónica en off entre Audrey y su madre. A medida que la conversación se va tornando cada vez más extraña y perturbadora, las vistas de la ciudad se van torciendo de manera inquietante. Las respuestas que Audrey le da a su madre parecen apáticas y controladas, como si no se sintiera perturbada por lo que escucha, pero las vistas de la ciudad de cabeza reflejan su estado interno, que ha comenzado a desmoronarse.
El momento clave de la película es la interpretación del Opus 28, la pieza de Halvorsen que Audrey ha estado buscando durante todo el filme. Para Bohdanowicz, esta interpretación representa no sólo la culminación de la búsqueda de Audrey, sino también el clímax emocional y dramático de la película ¿y de su filmografía reciente? La elección de incluir una colaboración con Deutsche Grammophon (sello discográfico alemán especializado en música clásica), subraya la importancia de este momento. La música actúa como una conexión directa entre el pasado y el presente, ofreciendo, por fin, una voz a Kathleen Parlow, una figura cuya vida y obra habían estado siempre en las sombras. La recuperación de esta obra musical tiene una dimensión simbólica: la película es, en sí misma, un acto de resistencia contra el olvido. Bohdanowicz no sólo busca rescatar un legado artístico perdido, sino también reivindicar la validez de las pequeñas historias, los fragmentos de vidas que, aunque aparentemente menores, tienen un valor intrínseco. Este es un tema recurrente en su obra: la idea de que el pasado es algo que debemos proteger, incluso aunque no lo comprendemos por completo. Otro aspecto a destacar de este final deslumbrante es la duración, podemos escuchar la pieza hasta el final, no hay recorte, hay un tiempo puro que nos permite sumergirnos en la pieza musical como si verdaderamente estuviéramos ahí. De alguna forma, en este momento, la película abandona las pretensiones narrativas para sumergirse en un terreno más conceptual, pero también más perceptivo y atmosférico, que sin duda, hipnotiza.
Un tema que recorre Measures for a Funeral es la carga que conlleva trabajar con archivos, un proceso que a menudo resulta abrumador. Como ya se observa en MS Slavic 7, la película plantea preguntas sobre la responsabilidad de aquellos que acceden a materiales del pasado. ¿Cómo debemos manejar estos archivos? ¿Qué significa para Audrey, y para Bohdanowicz, sumergirse en estos documentos llenos de detalles, algunos aparentemente irrelevantes, pero que forman parte de la vida de figuras históricas? Audrey trata cada objeto que encuentra en los archivos con especial cuidado, consciente de que cada pequeño fragmento tiene un valor único e irrepetible. Bohdanowicz captura esta interacción de una manera delicada, mostrando cómo los pequeños gestos —una caricia a un papel envejecido, el estudio de una partitura— pueden dar vida a algo que ha estado oculto durante décadas de una manera profundamente reflexiva. Con un meticuloso estilo visual y narrativo, Bohdanowicz nos invita a reconsiderar la relación entre el arte y la memoria, proponiendo incluso que los fragmentos más pequeños pueden contener un valor inmenso. La película se convierte así en un homenaje a aquellos que, como Audrey, dedican sus vidas a preservar lo que el resto del mundo ha olvidado.