Luces del Desierto (2021), de Félix Blume

“Metáfora del final”

Por Sebastián Francisco Maydana.

Antes que la luz nos llega el sonido. Un paisaje sonoro cuidadosamente armado acompaña la oscuridad del inicio, mientras que una luz se va acercando y a medida que lo hace construye el espacio visual. Aparecen líneas, formas y la luz termina por definirse y mostrarse como lo que es: un tren, que remite a aquel de la leyenda, el que filmaron los hermanos Lumière entrando a la estación de La Ciotat, inaugurando con el registro de ese hecho banal un medio artístico extraordinario. En ese sentido la metáfora es poderosa y ambivalente, porque la luz del título remite al origen (del cine), pero también al fin (la luz al final del túnel).

Y más allá del túnel, de las vías, el desierto y la oscuridad. El desierto es un espacio paradójico por definición, porque lo que lo caracteriza es precisamente aquello de lo que carece. Es decir, la ausencia de seres humanos. Pero describirlo como un espacio virgen, vacío, deshabitado, es un error. Cualquiera que haya ido al desierto y experimentado sus verdades sabe que está lejos de ser un espacio vacío. Vive y da vida, crece y agoniza, cambia constantemente de fisonomía y de carácter.

También alimenta la imaginación, ese instrumento que hace posible lo impensable. La imaginación es lo que llena el espacio vacío. Vacío de gente, lleno en cambio de misterios y secretos. En ese marco, se tejen una serie de mitos y relatos alrededor de ciertas luces que se ven en la noche. Los testigos no las cuestionan, simplemente las aceptan y las incorporan a su vida diaria, a su espiritualidad y a su filosofía.

Las luces del desierto no son todas sobrenaturales. Están también las que usan los cazadores de liebres para encandilar su presa. Como para las liebres, para los habitantes del desierto la luz es lo que está por venir, lo que inunda y amaga con llevarse la tradición, la vida como era. Metáfora del final, de lo que se extingue, los protagonistas de este documental podrían lamentarse como Edgar Allan Poe cuando apareció la iluminación eléctrica en Nueva Inglaterra, diciendo que “nos están robando la noche”.